“La mansión de Araucaíma”, de Álvaro Mutis:
Un relato gótico de tierra caliente
Jhon Monsalve
No sabemos, pero creemos que deberíamos empezar por la estructura; luego, adentrarnos en los personajes y, por último, explicar que a todas estas este relato de Álvaro Mutis es una perfecta representación de la narrativa gótica de la literatura universal.
Decimos que la estructura es importante porque a simple vista no se sabe si es una novela o un cuento y que, por clasificaciones literarias con las que estamos un poco en desacuerdo, termina siendo un relato. Entendamos como relato, después de esto, que, tal como el cuento, es una narración en la que los hechos giran en torno a un solo eje, con la diferencia de su extensión, pues en el relato se prolonga el tiempo. Entonces, “La mansión de Araucaíma” es un relato, que sería lo mismo que un cuento largo. En este artículo, a este texto de Mutis lo llamaremos relato para respetar la aclaración hecha por el mismo autor al principio de la obra: después del título y antes de la dedicatoria a Newton Freitas: “Relato gótico de tierra caliente”. Otras fuentes suman a las características del “relato” una información que no es ficcional, sino que pertenece a hechos noticiosos o históricos que son verdaderos y que acompañan la obra. De esto prescinde este texto de Álvaro Mutis, y por ende, no nos convencemos (tal vez pequemos por ignorantes) de la nominación de relato para este cuento. Pero en fin: llamémoslo relato, y más completo (ya veremos por qué), llamémoslo Relato gótico.
Continuamos con la estructura: el epígrafe del relato es un fragmento de la carta de Gilles de Rais al diablo, cuya temática es una especie de petición del remitente para que el diablo venga a él para ofrecerle todo lo que quiera, menos el alma y la abreviación de su vida. Este epígrafe adelanta la atmósfera gótica del relato, ya veremos en qué sentido.
El relato se divide en trece apartados centrados, en su mayoría, en los personajes, y, en menor proporción, en los hechos finales, algunos sueños y el funeral. No son independientes; cada uno de los artículos depende del anterior o posterior, y, al final, queda la sensación de que, en realidad, todos dependen de sí; es decir, que en cada apartado hay una idea que sustenta el comportamiento, sentimiento y pensamiento de TODOS los personajes y se explican las razones que llevaron al acto criminal definitivo.
El título del relato hace referencia al lugar en que ocurren los hechos: una mansión ubicada, según las descripciones, en Tolima, Colombia, zona de cultivo cafetero y de naranjales y limoneros. Es importante que los hechos se desarrollen en esta parte del mundo porque la idea o inspiración del autor viene de una propuesta o reto que le hace Mutis al cineasta español Luis Buñuel con respecto a que una historia gótica para cine, al estilo de las novelas y cuentos hechos en Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX, también puede desarrollarse en una casona colombiana, como ocurre en los castillos de Inglaterra: topos de la narrativa gótica europea. De esta manera lo cuenta Mutis:
"Quiero hacer una novela gótica pero en tierra caliente, en pleno trópico"[...]. Buñuel me contestó que no se podía, que era una contradicción, ya que la novela gótica para él tendría que suceder en un ambiente gótico. Para mí el mal existe en todas partes; y la novela gótica lo que se propone es el tránsito de los personajes por el mal absoluto [...]. Entonces, esta Mansión es un lugar donde reside el mal, es el reino del mal; sus paredes no se usan, no se gastan, el tiempo no pasa por allí (1989:6)”.
El caso es que gracias a esta conversación entre dos grandes, surgió este relato que parece desencajar, por su temática un tanto oscura, dentro de la literatura colombiana contemporánea.
Argumento
“La mansión de Araucaíma” es un relato que gira en torno a varios personajes que forman un grupo cerrado: el guardián, el dueño, el piloto, el sirviente, la Machiche y el fraile, que se encuentran por diferentes motivos en este lugar de ambiente lúgubre. Estos personajes formaban parte de un grupo que no debía romperse por el bien de ellos mismos y de la mansión: “[…] la tácita norma que regía la mansión en el sentido de que el grupo ya estaba completo y ningún extraño sería jamás recibido en él. El romper ese equilibrio fue tal vez la causa última y secreta de todas las desgracias que se precipitaron sobre la mansión en breve tiempo.” Pero cada uno de ellos rompió, de una u otra manera, con esa regla y aceptaron a otra persona, a una extraña mujer que llegó en bicicleta a la mansión y que trabajaba como actriz. Ella era la muchacha: Ángela. Todos los personajes de este grupo roto, menos el guardián, tuvieron contacto sexual con la joven actriz, pero por una venganza, un tanto sin razón, la Machiche acomete contra ella: “Puso los ojos en la muchacha, le achacó para sus adentros toda la culpa de su fracaso con el guardián y se propuso vengarse de la joven” (1978, pág. 37). Y la mejor venganza que pudo planear fue enamorar a la joven actriz para luego romperle el corazón con un gusto despiadado. Cuando la Machiche hubo cumplido todo su plan, la joven, Ángela, no soportó el olvido de su loco amor desbordado y se suicidó. Por otro lado, el piloto llevado por emociones inciertas le disparó a la Machiche. Cuando los demás habitantes de la mansión se dieron cuenta del suceso, llegaron a la escena del crimen y encontraron a la Machiche agonizando; el sirviente, cuando se enteró de que el piloto era el causante de la muerte de su amante, lo mató con una pala.
Caracterización de personajes
Para poder entender todos estos acontecimientos extraños, vamos a hacer una caracterización a fondo de cada uno de los personajes del relato en orden lineal de aparición en la obra. En ese sentido, el primero es el guardián: un soldado, mercenario, que llegó a la mansión sin explicación alguna, al que desde el mismo instante de su llegada se le asignó el control de algunas cosas de este lugar, lo que indicaba el poder adquirido por su experiencia de soldado y la confianza que le generaba a todos los integrantes de aquel sitio: “Todas las llaves de cuartos, cuadras e instalaciones de beneficio estaban a su cuidado. A él había que acudir cada vez que se necesitaba una herramienta o había que sacar los frutos a vender” (1978, pág. 7-8), en donde no importó, para esa confianza que generó en todos, que le faltara un brazo. A este personaje se le había descubierto un tatuaje de un miembro sexual femenino o como se describe en el texto “un sexo de mujer cuidadosamente dibujado” lo que dejaba al descubierto que este personaje estaba ya marcado, desde un comienzo, por lo que sería el desenlace fatal de este relato: el sexo femenino, ya que la Machiche encarnó toda su furia hacia la muchacha al verse rechazada, definitivamente, por el guardián.
Continuamos con el dueño de la mansión: Don Graciliano, o como todos lo llamaban, Don Graci. Él era obeso, pero al parecer dicha obesidad era causada, de una u otra forma, por los apetitos sexuales de los que se alimentaba: “Era más bien colosal, había en él algo flojo y al mismo tiempo blando sin ser grasoso, como si se alimentara con substancias por entero ajenas a la habitual comida de los hombres” (1978, pág. 9). Había sido un pederasta en su juventud, no pudo continuar con esa etapa de júbilo porque la edad no se lo permitió, así que se conformaba con observar a todos los miembros de la mansión en un ritual organizado en su baño personal, al que invitó a la muchacha y a la Machiche como en una especie de complicidad con los actos de esta última. Ese aspecto sádico en él quizá ayudó en gran parte a que la muchacha aflorara, aun más, todo su espíritu sexual-amoroso por la Machiche. Una de las máximas de Don Graci afirmaba: “Mirar es una pecado de tres caras, como los espejos de las rameras. En una aparece la verdad, en otra la duda y en la tercera la certidumbre de haber errado” (1978, pág.10).
Seguimos con el piloto. Este personaje había trabajado como aviador, pero, por cosas del destino y de negocios de la empresa en la que trabajaba con algunos amigos de la escuela de aviación, perdió su empleo. Intentó buscar otro, pero no lo consiguió por su talente: “Buscó empleo en otras líneas pero su carácter y su aspecto hicieron que siempre fuera cortésmente rechazado.” (1978, pág. 12). Con esto se podría deducir que dicho personaje tenía algunos patrones de debilidad que lo dejaban, prácticamente, incapacitado para ocupar un cargo tan importante como el de piloto de una aerolínea, y que a su vez lo dejaba incapacitado para poder poseer de una manera permanente a las mujeres de esta mansión, que se fijaron, en primer lugar, en el piloto, pero luego lo dejaron por no tener la fuerza suficiente que se necesitaba para completar el goce sexual entre ellos. Llegó a la mansión contratado por Don Graci y se fue quedando en el lugar indefinidamente. Quizá (no debemos olvidar que el piloto, según el relato, queda cautivo por los encantos de la Machiche) esto se deba a una de las máximas del dueño: “Si entras en esta casa no salgas. Si sales de esta casa no vuelvas. Si pasas por esta casa no pienses. Si moras en esta casa no plantes plegarias.” (1978, pág. 10), que aplicaría no solo al piloto, sino a todos los personajes del relato, que quedan envueltos en una rara atmósfera (gótica) producida por la mansión y sus habitantes.
Proseguimos con la Machiche. Ella había sido la única mujer en la mansión hasta antes de la aparición de la muchacha. Era voluptuosa y sensual: “Mujer de piel blanca, amplios senos caídos, vastas caderas y grandes nalgas, ojos negros y uno de esos rostros de quijada recia, pómulos anchos y ávida boca que dibujaran a menudo los cronistas gráficos del parís galante del siglo pasado.” (1978, pág. 15). Era una mujer que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para desahogar sus deseos a como diera lugar, y esta característica fue, posiblemente, su perdición y la rotación de las acciones en el eje del relato, pues cuando fue rechazada por el guardián, decidió liberar su ira contra Ángela: “Tenía la Machiche una de esas inteligencias naturales y exclusivamente femeninas; un talento espontáneo para el mal y una ternura a flor de piel, lista a proteger, acariciar, alejar el dolor y la malaventuranza” (1978, pág. 15). Pero, al fijarse de tal manera en la muchacha, se evidenció cómo sus propios sueños le estaban avisando la trasfiguración que quería tener con la joven actriz al ver en ella sus años de juventud ya muertos: “La abrazó por la espalda y la atrajo hacia sí mientras le decía suavemente: “Lo hiciste muy bien…, ven…, no llores…, estás muy hermosa, ven…, ven…”, y la ceñía con un calor que la excitaba y le devolvía, intacta, la felicidad de otros años” (1978, pág. 19).
Continuamos con el fraile. Él fue el único de los integrantes de la mansión en negarse a acompañar a Don Graci en sus baños. Era muy apuesto, pero no usaba su aspecto físico para querer influir en la vida de nadie. También era el único que tenía armas de defensa personal; todos lo sabían en la mansión, y una pistola de estas fue la que utilizó el piloto para matar a la Machiche y para matarse a sí mismo. Se hizo muy amigo de la muchacha y tenía con ella faenas sexuales; cuando Don Graci se enteró de tal hecho, le ordenó al sirviente que se la quitara. En ese papel de Fraile que debía cumplir guardó silencio de lo que estaba sucediendo con la muchacha y su desilusión de amor. En este caso, la máxima de Don Graci se aplicaría perfectamente a este personaje: “Apártate, deja que los incendios consuman delicadamente las obras de los hombres. Apártate con el agua. Apártate con el vino. Apártate con el hambre de los cóndores” (1978, pág. 10), pues se quiso apartar de los acontecimientos pero no pudo, tal y como sus sueños se lo estaban indicando; el problema, al parecer, no eran ellos, sino la mansión: “transitaba por un corredor y al cruzar una puerta volvía a transitar el mismo corredor con algunos breves detalles que lo hacían distinto. Pensaba que el corredor anterior lo había soñado y que éste sí era real” (1978, pág. 23), esa constante reiteración del pasillo estaba indicando que la mansión los tenía atrapados.
Ahora hablaremos de la muchacha. Era una actriz joven; tenía tan solo diecisiete años. Ella quiso quedarse más tiempo del estimado en su trabajo, para recorrer en bicicleta todos los lugares aledaños que no había visitado; en especial, la mansión de Araucaíma. Hay que aclarar que todos los personajes de la mansión la aceptaron y la usaron sexualmente (en este ámbito, el guardián no intervino, pero fue él quien la recibió y rompió el círculo cerrado que conformaban los habitantes de la mansión), en especial la Machiche. La muchacha entró a la mansión y quiso quedarse por esa curiosidad de niña y ese espíritu de rebeldía ante el riesgo. También es necesario mencionar que hay una cacofonía, una igualdad fonética, entre la forma de llamar a la Machiche y a la muchacha, una aliteración del sonido consonántico [ch], lo que acentúa mucho más ese reflejo de la Machiche en la muchacha, esa Ángela que algún día fue la Machiche. De ahí que si moría la muchacha, también tenía que morir la Machiche, ya que la una era el reflejo de la otra; era como si las dos fueran una sola: “Llevó con el guardián los cadáveres de las dos mujeres hasta la tumba cavada a orillas del río y los enterró juntos” (1978, pág. 41).
Por último hablaremos del sirviente. Era un haitiano grande. Con su forma de caminar y sus movimientos parecía un primate. No hablaba muy bien y al parecer le había servido en el pasado a Don Graci para curar alguno de tantos apetitos sexuales. Su nombre era Cristóbal. Se llevaba bien con todos los miembros de la casa menos con el guardián, y esa pequeña disputa también cambió el destino a este relato: el guardián rechazó a la Machiche porque estaba con el sirviente que olía a negro, y ese rechazo desató la furia de la Machiche hacia Ángela. No se puede explicar por qué Cristóbal mató al piloto al ver que este le había pegado dos tiros a la Machiche, si él lo quería casi como a un hermano y era el que mejor le caía de todos: “Pero era tal vez con el piloto con quien mejor amistad llevaba y solía acogerlo con una protectora actitud de hermano mayor” (1978, pág. 29), tal vez sea porque, a fin de cuentas, era la Machiche con la que podía descargar todo su ser cada dos meses.
La frigidez del piloto como elemento clave en el relato
Cuando llegó el piloto a la mansión, uno de los motivos por los que se quedó fue por los encantos de la Machiche; ella lo atrapó pero él, al no poder satisfacer los deseos sexuales inagotables de ella, fue abandonado. Lo mismo pasó con Ángela, no le pudo responder a todos los deseos que traía la muchacha, y ella lo dejó; sin embargo, el piloto se vio reflejado en ella, en Ángela, ya que los dos fueron usados despiadadamente por los caprichos de la Machiche y luego abandonados. La deuda que tenía el piloto no era solo por el amor rechazado de la Machiche sino por la búsqueda de su varonilidad, la que podía ser recuperada al deshacerse del símbolo inminente de su frigidez para lo que necesitaba autodestruirse y regenerarse a su vez: “Fue la Machiche quien maquinó contra el piloto una larga e invisible intriga que lo llevó a ser, después de la víctima, el actor principal. Había en él un deseo de destruirse que su propia debilidad lo llevó a tomar sobre sí la parte más delicada y decisiva del drama” (1978, pág. 13).
Es así como la canción que Ángela cantaba y que fue compuesta por el piloto era la que estaba indicando que él tenía una necesidad inminente de aclarar, o más bien, de recalcar ese hombre que aún no estaba muerto: “No es fuerza ser el rey del mundo/para escoger a una mujer/ en cada tarde de verano/” (1978, pág. 13). Y tal vez ese plan que estaba ahí intrínsecamente dicho era el que estaba anunciando la espera para actuar en el momento oportuno y dejar de ser nadie en la vida: “No es fuerza ser el rey del mundo, / no es fuerza ser nadie en la vida, / basta esperar y acariciar/ el aire claro con la frente. /” (1978, pág. 13). Solo bastaba esperar el momento oportuno para que su hombría surgiera y quedara atrás su debilidad, el entierro de Ángela fue el motivo oportuno, y las armas del fraile los medios perfectos. En esta canción se estaba dando un augurio de lo que pasaría en la mansión: “Tal vez en esa cancioncilla se jugó el destino de todos. Quién iba a saberlo” (1978, pág. 14).
En conclusión, podría decirse que este piloto logró su objetivo, se reivindicó a él mismo como un hombre no débil y pudo estar al fin con su gran amor que nunca lo rechazaría: el cielo: "Un leve humo azul subió en el claro cielo de la tarde indicando el voraz trabajo de los hornos” (1978, pág. 42).
Relato gótico
Ahora bien, después de esta caracterización clave para la comprensión del texto, nos disponemos a complementar el concepto de gótico, tan recurrente, en este relato de tierra caliente. Para esto, vamos a tener en cuenta seis características propuestas por el ensayista argentino César Fuentes Rodríguez en su libro “Mundo gótico”, y las relacionaremos con el texto de Mutis, con el fin de argumentar con más profundidad el carácter gótico de “La mansión de Araucaíma”:
1. La intriga se desarrolla en un viejo castillo o un monasterio (importancia del escenario arquitectónico, que sirve para enriquecer la trama)
El espacio en “La mansión de Araucaíma” es una casona y no un castillo. Sin embargo, las acciones, tal y como en la literatura gótica europea, suceden en ese espacio y no salen de él. La alternativa que da Fuentes Rodríguez de un monasterio en lugar de un castillo puede asociarse (y es solo una relación de segundo orden, que en nada niega lo ya dicho) también con la obra, por la presencia del fraile en la casa y su posibilidad de confesar a los integrantes o de proponer maneras de rezar el rosario por las circunstancias vividas en un sueño; en otras palabras, el fraile genera cierto ambiente monástico con su presencia.
2. Atmósfera de misterio y suspenso (el autor crea un marco o escenario sobrenatural capaz, muchas veces por sí mismo, de suscitar sentimientos de misterio o terror)
Y no lo podemos negar. Toda la obra sucede en el suspenso. Hay una tensión constante. Sabemos que ha pasado algo, pero el autor no lo dice de inmediato, sino ata primero los cabos y luego cuenta el hecho criminal. El misterio tal vez viva solo en el lector, pues los personajes se comprenden entre sí. El escenario creado por el autor, por otra parte, podría considerarse y tomarse también por el lector como sobrenatural: una mansión en la que ocurren hechos que no se imaginaron, pero a la vez rodeada de elementos que dan una especie de misteriosa atmósfera, que también haría parte del escenario: el manco, la mirada extraña de Ángela, los sueños sin salida del fraile o de la Machiche, la llegada repentina y hasta absurda de la muchacha, el rayo que partió la avioneta del piloto, los baños de don Graci y la repentina y trágica muerte de las dos única mujeres que pisaron la mansión.
3. Profecía ancestral (una maldición pesa sobre la propiedad o sobre sus habitantes, presentes o remotos)
No sabemos qué tan malditas sean las máximas de don Graci en las paredes de la mansión, pero lo cierto es que, como ya se ha afirmado líneas arriba, hay sentencias de estas que hacen pensar un poco más allá en una especie de maldición no ancestral, pero sí determinada por la cabeza o mando de la mansión. Uno de estos considerados aforismos por nosotros es: “Si entras en esta casa no salgas. Si sales de esta casa no vuelvas. Si pasas por esta casa no pienses. Si moras en esta casa no plantes plegarias”.
4. Eventos sobrenaturales o de difícil explicación
Esta característica nos remite, por obvias razones, a la explicación de la segunda.
5. Emociones desbocadas (los personajes están sujetos a pasiones desenfrenadas, accesos de pánico, agitaciones del ánimo tales como depresión profunda, angustia, paranoia, celos y amor enfermizo)
Y de esto sí que hay en “La mansión de Araucaíma”. Las pasiones desenfrenadas están presentes en la mayoría de los personajes: los hombres hacia las dos mujeres: Ángela y la Machiche. Los amores clandestinos de estas dos hembras en celo con los habitantes de la casa y entre ellas mismas son el ejemplo exacto de las pasiones desenfrenadas que se viven dentro de la mansión. El goce sexual que se nota en cada uno de los personajes exceptuando al piloto es otro ejemplo de ello. El amor enfermizo que aparentemente hay de Ángela hacia la Machiche o de los demás personajes hacia alguna de las dos mujeres acarrea consigo los celos y con ellos la depresión profunda. Podría decirse que, hasta cierto punto, la depresión fue la que llevó a la Machiche a tomar venganza de Ángela o la que llevó a esta última al suicidio. Los celos en medio: nadie le prestaba atención a la que fue por muchos años la única mujer de la mansión, y esa atención pasó en su plenitud a Ángela.
6. Erotismo larvado (bajo la atmósfera de misterio laten conflictos amorosos mal resueltos y oscuros impulsos sentimentales. El paradigma de la doncella en apuros es muy frecuente; los personajes femeninos enfrentan situaciones que producen desmayos, gritos, llanto y ataques de nervios. Se apela al sentido de compasión del lector presentando una heroína oprimida por angustiosos terrores que, normalmente, se convierte en el foco de la trama. Otro paradigma insoslayable es el de la figura masculina tiránica; suele tratarse de un padre, rey, marido o guardián que requiere de la doncella una acción indigna o inadmisible, sea el casamiento forzado, el sacrificio de su castidad o alguna acción todavía más siniestra).
Ya hemos tratado, de una u otra forma, lo erótico-carnal del relato. Ya sabemos que hubo conflictos amorosos y que estos tal vez hayan desencadenado con una fuerza particular, aunque no única, la tragedia de la mansión. Pero lo larvado, es decir, lo oculto del erotismo, no se ha comentado a fondo: y vemos en el relato, tal como lo afirma Fuentes Rodríguez, la figura tiránica masculina, que, en este caso, es don Graci. Y vemos los sacrificios que obliga a hacer a los habitantes; así afirma la Machiche: “(...) cuando don Graci nos invitó a bañarnos con él, no tuve más remedio que aceptar. Ya sabes, él nos sostiene a todos y no me gusta contrariarlo”. Por otro lado, la doncella en apuros, como la llama el ensayista argentino, se configura en Ángela, que llega a la casa, muy joven, y que pasa por las situaciones ya conocidas. La doncella se convierte, claro que sí, en el foco de la trama.
En suma: "La mansión de Araucaíma" cumple con todas las características de los relatos góticos de Europa. El ambiente, la atmósfera y los personajes configuran un mundo lúgubre, raro, oscuro, como símbolos de que el sentimiento gótico, presente en nuestros mitos y leyendas, es tan nuestro como europeo. El reto entre Buñuel y Mutis sirvió para que, por medio de este relato, pudiéramos comprender una cosa: que lo gótico también es nuestro porque, como en Europa, también América está sitiada por humanos.
Y sin más misterios ni suspensos, damos por terminado este artículo.
Referencias:
BUSTILLO, Carme (1994). Parodia y auto-parodia en "La mansión de Araucaíma. [En línea] (Página consultada el 15 de diciembre de 2012): http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/49/TH_49_001_150_0.pdf
en esta obra hay 6 personajes principales.
ResponderEliminarEs un análisis tranquilo, si infulas y claro.
ResponderEliminarGracias por su apreciación sobre esta obra literaria..
lo malo de este análisis es que no describió la mansión y por eso todo lo que escribió me parece pura mierda.
ResponderEliminarYo acabo de leer el libro, lo leí con gran expectativa, pero me desilusionó. Para mí no es gótico, no generó trama de suspenso ni terror. Llegué a sentirme aburrido a pesar de que no es largo. Es más interesante la pelicula que el libro, aunque la película no se hubiera hecho sin el libro, claro está.
ResponderEliminarLa verdad yo discrepo de Mutis y pienso más como Buñuel. No es posible un relato gótico en el trópico. Pero mejor todavía, eso no indica que no se puedan hacer relatos de terror ni suspenso, en Colombia tenemos muchos más relatos de terror sin llegar a ser góticos, las leyendas y mitos que nos contaban nuestros abuelos por ejemplo, que son muchos.
ResponderEliminarNo debemos forzosamente intentar parecernos a algo que no vamos a llegar a ser, lo gótico es imposible acá, estas son otras latitudes, nuestra cultura es otra. Nosotros ya tenemos nuestras propias leyendas de terror, no tenemos necesidad de buscar lo que no se nos ha perdido e inventar un género raro que se asemeja a estar en smoking a las 12 de la tarde en el centro de cartagena o estar con una guayabera en berlín en enero con -10°C
Bohemio, discrepo de su opinión.
ResponderEliminarA continuación sólo, algunas citas textuales que evidencian "suspense", elemento sin, duda gótico:
"El guardián
(...) Al llegar no habló con nadie.
En el desenlace de los acontecimientos se mantuvo al margen y nadie supo si participó en alguna forma en los preliminares de la tragedia.
El dueño
La participación de Don Graci en los hechos fue capital. Él ideó el sacrificio y a él se debieron los detalles ceremoniales que lo antecedieron y precedieron.
pero no está por demás agregar que, en cierta forma, todos los hechos fueron él mismo o mejor aún que él mismo dio origen y sentido a todos los hechos.
El piloto
Su participación en la tragedia fue primordial, consciente y largamente meditada, por razones que ya se verán o habrán de adivinarse
Fue la Machiche quien maquinó contra el piloto una larga e invisible intriga que lo llevó a ser, después de la víctima, el actor principal. (...)"
Y hasta aquí, que son los primeros 3 apartados de la obra, no sabemos de qué "tragedia" se trata o quién es la "víctima".
Bohemio, es importante destacar también que en "La mansión de Araucaíma" Mutis me hace evocar el texto de Ángel Rama "Los contestarios del poder" que para mí, supera la "humilde pretensión del colombiano de hacer un relato gótico de tierra caliente"; en tanto trasgrede cánones impuestos y logra una propuesta estética digna de reconocimiento.
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