EL MUELLE DE SAN BLAS: EL ABISMO DE
LOS HUESOS CALCINADOS DE REBECA MÉNDEZ JIMÉNEZ POR EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL
RECUERDO
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
Hay
amores que trascienden hasta el umbral mágico de la locura. Hay amores que
sobreviven incluso después del olvido y de la muerte. Hay pasto que crece
alrededor de las tumbas, pero pasto con sabor a rosas. El amor en los tiempos
del cólera presenta un ejemplo de esto. Florentino Ariza ama y espera a Fermina
Daza durante 51 años, 9 meses y 4 días. Esos son los amores que perduran y que
se parecen tanto a la locura. En la novela de García Márquez el personaje
principal sigue amando a Fermina Daza a pesar de que ella, desde aquel día que
le pareció una sombra, no le correspondía ni en lo más mínimo. El amor de
Florentino fue hasta el punto de hacer lo posible por comprar un espejo en el
que, en cierta ocasión, su amada se vio reflejada. Ese es el amor que confunden
con la locura. Más de 50 años esperando a la persona que se ama es, sin lugar a
dudas, la hazaña de un esquizofrénico de sentimientos perfectos y sublimes.
Esto
no es extraño. Total: es una novela, y en la literatura los hechos son
ficticios. Lo que nos pondría algo incrédulos sería un caso similar a este,
incluso mucho más profundo, de la vida real, de personas de carne y hueso que
sienten el dolor inmenso consecuente del amor. No vayamos tan lejos y
naveguemos en el mar de la música que a diario oímos para encontrar una
historia de mucha memoria y compasión. El grupo mexicano Maná, que, nos guste o
no, todos lo hemos oído alguna vez, eternizó la historia de amor de Rebeca
Méndez Jiménez, sin que la gente se inmutara, en algún momento, de que dicha
historia fuese o no verdadera. “En el muelle de San Blas” es la octava pieza
musical del disco Sueños líquidos, y
no hay mejor representación del título que esta canción. La letra expone la
historia de una mujer que, muy enamorada, despide a su futuro esposo desde El
muelle de San Blas, en México… pero su amado nunca vuelve. Ella, sin embargo,
lo espera con paciencia y con amor, año, tras año, en el mismo lugar, donde
incluso se enraíza en los suelos del muelle… y el coro describe la soledad
inmensa de una mujer que ama demasiado en el olvido, en el tiempo, en la
memoria que solo a ella pertenece; el mar y su sentimiento son su única
compañía: “Sola, sola en el olvido; sola, sola con su espíritu; sola, sola con
su amor y el mar; sola… en el muelle de San Blas”.
Un
día, tal como lo dice la canción, los del manicomio fueron hasta allí a
llevársela, pero ella no se dejó, o más bien: no pudo irse porque las raíces
que crecieron a la espera de su amado estaban tan profundas que si la
arrancaban incluso el mar se iría con ella. Este amor no es solo la imaginación
de un artista musical; es el recuerdo de lo utópico e imposible… pero real.
Rebeca Méndez Jiménez es el nombre de pila de la apodada Loca del muelle de San
Blas, que murió hace algunos días (el 16 de septiembre de 2012) en Monterrey,
lejos del muelle que la acogió desde el 13 de octubre de 1971, cuando su prometido
se fue de pesca según lo afirman los medios de comunicación:
“Su historia comenzó en 1971, cuando días antes de casarse con
su novio Manuel, éste se fuera a pescar y nunca regresara.
Rebeca, el mismo día en el que estaba prevista su boda, acudió al muelle de San
Blas, en Nayarit (México), y esperó
a su prometido vestida incluso de blanco. Allí lo esperó
durante años hasta que murió este miércoles a la edad de 63 años”. (ABC.es).
“Llevaba
el mismo vestido, por si él volvía no se fuera a equivocar”… El video de la
canción pinta de blanco el atuendo que los años fueron carcomiendo poco a poco.
Dicen (porque esta historia ya se volvió leyenda) que todos los domingos se
ponía el vestido de novia y salía a decirle a todo el mundo que su amado pronto
volvería. La esperanza y la ilusión fueron tal vez más fuertes que su frío.
Murió
y se rencontró con él… Igual que Fermina y Florentino… Se encontró con su amado
después de la muerte en el lugar que se llevó los sueños de los dos: el mar. El
último deseo de Rebeca Méndez Jiménez fue que sus cenizas se botaran al mar que
besa El muelle de San Blas.
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