La navidad que no se ve: algunas reflexiones en estas fechas
Por Jhon Monsalve
Imagen tomada de: http://tambores-de-guerra.blogspot.com/
Creciendo en gracia es una de las religiones más mentadas en estos tiempos. Millones de mexicanos esperan que dentro de unos 400 días su pastor se vuelva Cristo. El pastor Miranda se está llenando de plata, como pude llenarme de plata yo si hubiese seguido con el sueño de mi padre: quería que yo fuera pastor.
De niño me gustaba el fútbol. Jugaba todos los días en la cancha de tierra de aquel barrio que nadie conoce, donde hace unos 5 años se fue a botes un bus de Transcolombia,y mató como a nueve, dejó paralíticos como a cuatro, y con daños sicológicos a todo el barrio. Al otro día nadie quiso subirse al bus. Dos días después, se arriesgaron: para coger el otro bus había que caminar poco más de un kilómetro, y ya saben que la pereza convive con la pobreza.
En el Pablón llegué a ser conocido como el Niño Pastor: un niño grosero en la calle, apenado de la religión de sus padres, con pensamientos algo revolucionarios, que, sin embargo, predicaba, por darle gusto a su padre, en la iglesia más vacía del barrio, y que después no lo fue tanto: cuando yo predicaba se llenaba el lugar de forma tal que las personas que quedaban en la calle por no llegar temprano se empinaban a lo lejos para poder verme. Esa es la fe que nos mueve: la fe del morbo, del chisme. Eso no es fe: la Fe es la certeza de lo que se espera, el único Dios que, en verdad, no se ve.
La Fe es algo abstracto. La Fe es Dios. Las cosas se cumplen por Fe, no por Jehová, ni por Mahoma, ni por Buda. Las cosas se cumplen por Fe. Eso lo entendí a mis catorce años cuando decidí no seguir dándole gusto a mi padre, que llegó a contarle a todo el mundo, tal vez ustedes oyeron (Ah, no: se me olvidaba que aquel barrio nadie lo recuerda, nadie sabe dónde queda: eso es al norte, donde la gente en vez de leer a Gabo, lee a Cuauhtémoc o a Coelho. Allá donde se visten como gamines. Allá donde la gente huele a pobreza. Allá donde los parias esperan diciembre para por fin estrenar. Allá donde muchas veces ni eso se cumple. Allá donde hace menos de una semana se quemaron cuatro casas, y nadie respondió porque quién los manda a robarse la luz. Allá donde crecí orgullosamente, con mis amigos, vecinos, y gente buena, entre tanta gente mala. Allá fue donde sucedió mi infancia y mi juventud), que yo era el mejor pastor del mundo, el que predicaba como Cristo: tenía yo once años.
Y me rebelé un día. Confieso que si predicaba lo hacía de una manera tan expositiva que parecía una clase de esas que daba yo en el colegio en Octavo, cuando la maestra de español me daba el privilegio de dar la clase porque, según ella, estaba enferma. Yo me ponía muy contento porque podía explicar cuál era la diferencia entre un modo verbal y otro, entre un pretérito pluscuamperfecto y otro. En fin, así tomaba la predicación: como una clase más, pero que me aburría inmensamente. Los verbos son otra cosa: son la vida de la lengua. Paradoja: en el principio el verbo era Dios…
Mi papá empezó a creer que el demonio se había apoderado de mí. No era el demonio; era la razón: Kant, la Ilustración. Al final, se resignó, y empezó a orar por mí, y aún lo hace, para que algún día yo vuelva a la iglesia, para que pueda morir feliz diciendo que su hijo es pastor. Confieso que de haber sido pastor, habría sido como Miranda, que en Creciendo en gracia se volvió millonario.
Por la misma creencia religiosa jamás fui a una novena navideña, y menos mal: no hay nada más penoso que eso: compartir la idiotez del mundo, compartir el mismo dios erróneo, cuando el único Dios es la Fe. ¿Si Dios se vuelve niño en diciembre, entonces quién murió en la cruz en Semana Santa? ¿Dios es el mismo Jesús? Si es así, ¿el filioque dónde queda? Yo leí un día gran parte (no todo) de los evangelios (la Biblia la estoy leyendo en orden, voy en Lamentaciones. Ya leí los mejores libros: Job, Eclesiastés y El Cantar de los Cantares. Algún día, en otro texto, explicaré por qué resumen la Biblia y por qué hay que leerlos) y me di cuenta de que la palomita bajó a los hombros de Jesucristo cuando lo bautizó Juan Bautista (¿el mismo Elías? ¡Oh, Fe bendita, tantas cosas por decir!): son dos, sine doubio, y tres con Dios, Yahvé, el Todopoderoso, el que Es el que Es.
Ya sé: eso hace parte de la cultura, y de la estupidez también. El niño Dios debería ser el niño Jesús, pues Dios es el padre. Jesús no debería ser niño otra vez, pues ya nació, por su culpa mataron a un montón de niños inocentes (acción que culturalmente se ha convertido en burlas y bromas: el Día de los Inocentes es el día que se conmemora la muerte de los que dieron la vida por Cristo: ¿no habría sido justo que empezara dando la vida por ellos?), luego creció, le salieron pelos en el pubis, en las axilas, en el ano. Se desapareció descaradamente durante 18 años y no se supo si folló algún día, si peleó con su mamá, si golpeó a alguien: a María después de los treinta la trató muy mal: ¡Y eso qué tiene qué ver conmigo, mamá?, le contestó cuando ella le dijo que el vino se había acabado, en las Bodas de Caná. ¿Quién se casaba ese día? ¿Qué respuesta era esa? Si destruyó el templo, ¿no le pegaría algún día a algún niño por estar diciendo groserías, que posiblemente él también decía?
Jesús es todo un enigma. Según Mahoma, y otros por ahí, piensan que el Hijo de Dios descendió sobre Jesús el día del bautismo (¿de Juan o de Elías? Parece que al segundo se lo llevó un torbellino, y rencarnó en el primero) y que antes era un simple humano. Por eso se entiende, argumentan ellos, que Jesús haya gritado Dios Mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Sea como sea, Jesús murió en la cruz. No es ningún niño ubicado en las raíces, o en el infierno, del árbol: la copa del árbol representa la gloria; las raíces, el infierno. (Aunque la Iglesia luego hubiese inventado que el árbol es símbolo del perdón de Dios: con un árbol pecó el hombre y con un árbol Dios lo perdona: es un pino porque es un triángulo. Un triángulo tiene tres vértices: Dios, monstruo de tres cabezas) Jesús es el hijo del Dios que no existe. Es una imagen, un pecado: No hay que hacer imágenes en representación de lo que haya en la tierra o en el cielo, dice el mandamiento.
¡Y ni hablar de los villancicos! Jesús nació en Belén y no cerquita de Belén, como dice el estribillo. ¿Que la virgen tiene los cabellos de oro?: eso se llama europeizar una imagen. ¿Qué los peces beben en el río? Eso es como decir que el humano respira por la nariz. Bueno, en fin, en otra ocasión, escribiré al respecto. Por el momento, los dejo con la palabra de Dios (¿o de Jesús?): No crean que he venido a traer paz a la tierra (dice Jesús). No vine a traer paz sino espada. Si continuamos leyendo los siguientes versículos, es obvio que lo menos que Dios (o Jesús o la paloma) quiere es que la familia se reúna en navidad: Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia.
Jhon Monsalve
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