Del amor y otros demonios: un recuerdo de Garcilaso
<<Él habló de Garcilaso. El maestro le confesó que lo conocía mal, pero lo recordaba como un poeta pagano que no mencionaba a Dios más de dos veces en toda su obra>>
Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero es el nombre completo de uno de los personajes principales de un libro del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez que, en este escrito, se ignorará como autor de unos actantes que serán tratados como humanos del siglo XVIII. Para exponer la razón por la cual Cayetano Delaura eligió en su historia de amor los poemas del poeta renacentista español Garcilaso de la Vega, se tendrán en cuenta los sonetos que este último escribió y el libro de donde nace la idea de las presentes líneas: “Del amor y otros demonios”.
Garcilaso de la Vega fue un poeta del siglo XVI, y Cayetano Delaura, un sacerdote bibliotecario de dos siglos después. Las diferencias entre ellos no son tantas como sus similitudes que pueden deducirse al leer al uno y al otro; y uno de esos parecidos que también puede tomarse como coincidencia, es la que lleva al bibliotecario, hijo escondido de obispo común, a elegir entre demás poetas a este militar que murió a los 38 años, aproximadamente, sin saber que uno de sus descendientes viviría momentos parecidos a los que él vivió o sintió, y que plasmó en sus más literarias creaciones.
Las experiencias vividas por Cayetano Delaura fueron las que lo impulsaron a elegir a Garcilaso, porque solo ellas son capaces de unir el alma del lector con la del poeta. De hecho, Emil Staiger lo comenta en el primer capítulo de su libro “Conceptos fundamentales de poética” y adiciona que para que el poema se sienta en el lector es necesaria una actitud abierta y receptora por parte de este, y esta actitud de la que habla es producida, tal vez y exclusivamente, solo por la experiencia. Y partiendo de que el hombre califica de cierta forma los poemas que lee, según el momento que vive, podría decirse que Delaura no calificó los poemas de nadie, pero eligió los de Garcilaso porque se adecuaban a su vida, y al elegirlos ya estaba dando un diez e ignorando al resto de poetas. Es decir, la similitud de lo que plasmaba el poeta con lo que vivía Delaura era tan grande que los miles de libros que pertenecían a la biblioteca que cuidaba este último fueron ignorados por uno que encajó perfecto.
Cayetano Delaura vivió en el siglo XVIII, donde la Inquisición aún estaba a flor de piel y cuando se permitía castigar a todo aquel que no hiciera o cumpliera lo estipulado por la Iglesia Católica. Claro está: en el Renacimiento, Lutero con sus 95 tesis inició el acabose de esta masacre, que en el contexto de Cayetano aún existe, y a su vez produjo una guerra en Alemania entre nobles y campesinos que, entre contiendas, se unían por estar de acuerdo con lo nuevo que se proponía. No obstante, la Iglesia Romana seguía sintiéndose en la Edad Media y prohibiendo los mejores textos escritos en esa época, que apropósito estaban como colección en la casa de Abrenuncio de Sa Pereira cao y en la biblioteca que Cayetano supervisaba. Es más, las letras citadas al principio de este texto muestran con claridad la subestimación hacia aquellos que no iban al lado místico, tal vez cansados de tantos años de asesinatos y con ganas de revelarse; sin embargo, presentan la máxima diferencia entre los dos personajes que aquí se tratan: Cayetano Delaura creía mucho en Dios, y su sacerdocio argumentaba su creencia; en cambio, Garcilaso de la Vega, si nombra a Dios lo nombra pocas veces… Es por esta razón que el obispo lo denomina “Poeta pagano”.
Y por los mismos pensamientos de la época, la rabia se interpretaba como apoderación de demonios en quienes la sufrían; así fuera en una niña de 12 años, criada entre esclavos, odiada por sus padres, mentirosa por costumbre y mordida por un perro que murió de rabia pero que jamás la contagió de nada. Esta niña fue Sierva María de Todos los Ángeles, la que enamoró a Cayetano Delaura y la que remplazaría a la Elisa de Garcilaso de la Vega en la recepción de sus sonetos ahora dichos en una voz de prelado. Elisa fue la portuguesa que inspiró al poeta español, y la misma que recibía los poemas del poeta Francisco Sa de Miranda, compatriota suyo, pero enviados al nombre de Celia. Aunque parezca más coincidencia que congruencia, de la misma forma como estos poetas enviaban sus escritos a una dama, así mismo Delaura y Abrenuncio de Sa Pereira Cao intercambiaban ideas cuando discutían sobre el futuro de Sierva maría: por un lado, el sacerdote se inclinaba por una solución teológica; por otra parte, Abrenuncio de Sa Pereira (que coincidía con el Sa en el apellido de Francisco Sa de Miranda, el otro poeta) exponía sus ideas de medicina y ciencia. De cualquier forma había objetivos parecidos: encontrar el amor de Elisa y encontrar la mejor solución para la niña que creían endemoniada por culpa de una rabia que jamás se contagió.
Podría decirse que este bibliotecario fue otro Garcilaso de la Vega, que escribía poemas, aunque recitaba los de otro poeta; que también hablaba latín y entendía el italiano, el francés, además del portugués y el alemán…, y que experimentaba el sentimiento total de amor hacia una mujer que en este caso era la hija de una ninfómana y del segundo marqués de aquel lugar con mar y venta de esclavos. Ahora bien: aunque aquí se trate de argumentar que Delaura usaba los poemas del abuelo de su tatarabuela porque lo que vivía se representaba en ellos, es preciso aclarar que en ocasiones tergiversaba la información o se salteaba algún verso para que se acomodara a la acción vivida, tal y como lo muestra la historia que lo relata: “Ella repitió con la misma ternura, y continuaron así hasta el final del libro, saltando versos, pervirtiendo y tergiversando los sonetos por conveniencia (…)”. No obstante, dos almas se armonizan, la del poeta y la del lector, así sea con un solo verso escrito o expresado.
A partir de aquí, después de estas afirmaciones y suposiciones de contexto, se centrará el texto en cada verso que expresó Cayetano Delaura teniendo en cuenta la voz de Garcilaso. Este sacerdote bibliotecario tomó el siguiente verso del poeta español para expresar de cierta forma el amor que ya estaba sintiendo: “Bien puedes hacer esto con quien pueda sufrirlo”. Y es que Sierva maría lo había mordido en un ataque de ira cuando apenas lo conocía, y ahora con una actitud contraria tocaba la herida y se reía mientras afirmaba que era más mala que la peste; entonces, un amor que apenas nacía ya llevaba su primer verso. La noche del comienzo del amor, se la imaginó en su soledad y repitió la última parte del soneto V del mismo poeta: “Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero”… Que ya comprobaba su inmenso amor hacia alguien que soñó sin ver y que debía exorcizar.
Se continúa en la misma línea, teniendo presente que se comenta lo vivido por el sacerdote y no por el militar Garcilaso, que si escribió lo que el primero toma como apoyo para su relación es porque en algún momento vivió o sintió parecido. Tal vez como Garcilaso de la Vega, Cayetano Delaura pasó noches escribiendo versos como sedante para las ansias, y buscó la excusa perfecta para explicar la diferencia de edad que lo separaba de Sierva María: “Nunca la había visto con un traje distinto del de reclusa, y el vestido de reina le daba una edad y una elegancia que le revelaron hasta qué punto era ya una mujer”.
En cierto momento, el marqués le envió una maleta con ropa a su hija, pero ella la rechazó por el odio que sentía hacia él; así que Delaura decidió llevarse la maleta para su biblioteca, la abrió, olió las prendas y se flageló a sí mismo. Después de que volvió a visitar a su prohibido amor, dijo el verso que resume su sentimiento amargo que mezcló con el olor de las prendas de Todos los Ángeles: “Oh dulces prendas por mi mal halladas”, y es que después de los escupitajos que Sierva María le lanzó, el que halló las prendas fue su propio mal. Cuando ya el amor estaba avanzado, la niña lo esperaba para sus clases de rezos y lecturas, y de tanto repetir los versos de Garcilaso ya los estaba memorizando: “Cuando me paro a ver mi estado y a ver los pasos por do me has traído”, decía Sierva María con la conciencia suficiente de aquel que acepta que en su vida ha habido un cambio… Afirmándose con esto que un momento de vida o sentimiento de Garcilaso fue similar al de Sierva maría; ya se unía una alma más a la del poeta. Luego se veía evidente la parte realista de Cayetano cuando decía el siguiente verso del primer soneto del mismo escritor, al mismo tiempo que completaba el antes dicho por la niña: “Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme”… se muestra que él sabía a qué atenerse. Cuando Sierva maría tenía el corpiño ya suelto y los senos al aire, Cayetano cogido de sus manos resume gran parte del soneto II de Garcilaso según el momento que vivía y lo consciente que estaba de su futuro de muerte: “En fin a vuestras manos he venido” lo decía mientras ella repetía. “Do sé que he de morir”. “Para que solo en mí fuese probado cuanto corta una espada en un rendido”. Esto solo argumenta un final soñado que jamás llegará y que Cayetano siempre supo.
El exorcismo a una niña endemoniada sin estarlo fue dirigido por el obispo; la raparon, la amarraron, y Delaura no pudo hacer nada para evitarlo. Cuando la visitó ella lloró abrazándolo mientras él citaba una vez más a Garcilaso: “Bastan las que por vos tengo lloradas”. Con este verso pretendía darle a saber que la amaba, que había llorado ya porque siempre supo que el final del cuento no sería el de príncipes… Quiso decirle que no llorara más porque él ya había llorado lo suficiente; quiso no verla sufrir.
Fue así como Delaura encontró, en los poemas de Garcilaso, el reflejo de su alma. Cada momento que vivía con Sierva maría era como un rato ya vivido en los sonetos del poeta, como si él no fuera más que la ejemplificación de momentos similares entre Elisa y Garcilaso. Y para la muestra de lo que aquí se afirma, existe la voz de las letras que lo cuentan: “Repitió en voz alta los sonetos de amor de Garcilaso, asustado por la sospecha de que en cada verso había premonición cifrada que tenía algo que ver con su vida”.
Y se detiene este escrito donde para la vida de aquella niña que murió de amor, después de no recibirlo por varios años. Se acaba aquí con una especie de luto que jamás permitió otra vez unir el alma de Delaura con la de Garcilaso en el último terceto del soneto IV:
“Muerte, prisión no pueden, ni embarazos
Quitarme de ir a veros como quiera, desnudo
Espíritu u hombre en carne y hueso”
Porque un espíritu, tal vez, jamás visitaría a alguien que también muere.
BIBLIOGRAFÍA
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “Del amor y otros demonios”. Bogotá: Grupo editorial Norma, 2006.
STAIGER, Emil. “Conceptos fundamentales de poética”. Madrid: ediciones RIALP S.A., 1966. Pág. 66.