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jueves, 22 de septiembre de 2011

Tres ejes temáticos sobre las TIC y los cambios en la Educación

Tres ejes temáticos sobre las TIC y los cambios en la Educación
(Jhon Monsalve)
Tomada de: http://porisrael.org/porisrael/index.php?option=com_content&view=article&id=2376:iadmitira-la-unesco-a-palestina&catid=115:medio-oriente&Itemid=560

La UNESCO publicó en el 2004 un texto en el que se presentan distintas temáticas alrededor de las TIC, dirigidas a docentes como manual de enseñanza. En general, el texto sitúa al lector en un espacio y en un tiempo de cambios, que exigen propuestas educativas innovadoras. Gran parte del texto se sintetiza en la siguiente afirmación: El objetivo de este tipo de educación no es el mero manejo de la tecnología, sino el desarrollo personal junto con el de las habilidades necesarias para un pensamiento y un comportamiento elevados. En este apartado, presentaré una serie de comentarios con respecto a los siguientes ejes temáticos:
·         La tecnología: un arma de doble filo.
·         Las necesidades individuales y las expectativas de la sociedad
·         La necesidad de cambios radicales en las escuelas.
Los avances tecnológicos de los últimos tiempos son un arma de dos filos. Si bien es cierto que pueden ser usados para agilizar asuntos que en el pasado se demoraban o aplazaban, también es cierto que son más utilizados para fines distintos a los que se esperaría en una sociedad alfabetizada.
La postura de la UNESCO es un tanto optimista, pues afirma que la proliferación de las nuevas tecnologías derrumbará el imperialismo cultural y el monopolio de la información, debido a que por medio de la Internet se escuchará la voz del que desee opinar, del mismo modo que las culturas al margen, como las indígenas, podrán conocerse sin impedimento alguno.
Por otro lado, Las TIC, aparte de servir para la simple recreación, deberían ser la base del análisis crítico de los medios de comunicación por parte de los usuarios. Es clara la necesidad de tal postura ante las TIC, ya que en el ámbito laboral se exigen cada día más, por lo menos, los conocimientos básicos.
Finalmente, como punto de reflexión, está la evidente carencia de cambios radicales en la Educación. Un mundo que avanza rápidamente en tecnología es un mundo que exige propuestas nuevas cada día. Los niños de hoy crecen en un entorno de nuevos cambios que exige modelos educativos que vayan a la par con estos. ¿En qué consistirían esos cambios?

martes, 20 de septiembre de 2011

El lenguaje: Común y Poético

 El lenguaje: Común y Poético
Jhon Monsalve
Imagen tomada de: http://ideassinfrontreras.blogspot.com/
« El lenguaje es poesía en estado natural.
Cada palabra o grupo de palabras es una metáfora»[1].

Sigmund Freud, en un ensayo que tituló “La creación literaria y el sueño despierto”, dice que muchos creadores líricos aseguran que todo hombre lleva en sí un poeta y que el último de ellos se morirá con el último hombre[2]. Esta afirmación puede ser cierta si se tiene, como punto de partida, el lenguaje mismo que, conciente o inconcientemente utilizado, es una representación metafórica de objetos, estados acciones o realidades nombradas con letras que no se parecen en nada a lo que denominan. Esta representación fue la primera metáfora oral, incluso cuando aún no existía esta figura literaria. “El romancero gitano” del poeta español Federico García Lorca, por el simple hecho de estar escrito con palabras (porque no hay otra opción), es lenguaje, pero, a diferencia del que posee todo hombre, este busca también su purificación, su esencia, su ambigüedad. En este texto, se tratará de definir el lenguaje a través de lo paradójico de la poesía que, compuesta por un lenguaje que por serlo ya es metáfora, llega al punto de desaparecer, en ocasiones, al fin principal de lo que, en esta líneas, piensa definirse: la comunicación común; se precisará también algunas consecuencias del cambio, producido por el poeta, del lenguaje común al poema.

La ciudad libre de miedo
Multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
Entran a saco por ellas.

Las palabras utilizadas por García Lorca en los anteriores versos, que hacen parte del “Romance de la Guardia Civil Española”, son todas conocidas y dichas a diario, pero no por eso significan lo que dicen. Antes de continuar, hay que tener en cuenta que cada vez que se lee un poema debe conocerse de antemano la cultura, el contexto, porque como afirma Octavio Paz: “Las palabras del poeta son también las de la tribu o lo serán algún día. El poeta transforma, recrea y purifica el idioma; y después lo comparte[3].” Los versos de arriba se comprenderían mejor, si se conociera la historia de España en los años treinta del siglo pasado.  García Lorca, como muchos poetas, a veces, transformaba, recreaba y purificaba la lengua española para que lo que escribiera no significara lo que en realidad estaba escrito. El lenguaje poético es un disfraz del lenguaje común donde se encuentra la purificación y desaparición del segundo. La ciudad libre de miedo multiplicaba sus puertas dice el poeta, y cualquier lector sin bases teóricas en poesía, e incluso conociendo la historia española, podría interpretar lo anterior literalmente; tal vez diría que sería imposible esa multiplicación, si antes no se multiplican las casas. Esa ambigüedad que se conoce como la esencia del lenguaje es la característica principal de la poesía: desaparecer el lenguaje, puesto en papel, del mundo comunicativo común, para lograr significar otra cosa.

Rosa de los Camborios
Gime sentada en su puerta
Con sus dos pechos cortados
Puestos en una bandeja.

Con estos versos del mismo “Romance de la guardia española” el autor niega la esencia misma del lenguaje. Los dos últimos versos son una metáfora de una metáfora del lenguaje. Nada de lo que está ahí es literalmente cierto; eso es un acabose de la comunicación normal escrita y pronunciada. Octavio Paz denomina “exclamación” a palabras como éstas cuya realidad indicada permanece innombrada[4]; lo que quiso decir el poeta no es lo que está escrito, esas letras son un vestido con nombre de lenguaje acabado. El mismo escritor mexicano afirma que las palabras del poeta son también las de la comunidad[5] y que las transforma y las purifica con poesía, pero, ¿en qué punto el lector comprende esta purificación? Tal vez no se sabe: hay tantos lectores como poetas. Aquí, acaso, convenga citar al alemán Emil Staiger cuando habla de esta relación entre poeta y lector:
Lo lírico no es infundido. Cuando esta inspiración se produce, el lector ha de estar en una actitud abierta, receptora. Y está abierto cuando su alma está acordada con el alma del poeta. Y es así como la poesía lírica se nos revela como un arte solitario, un arte que únicamente se percibe entre dos almas armonizadas en idéntica soledad[6]

Así, podemos decir que las palabras del poeta son la transformación o purificación de las palabras de su comunidad, pero con este traje de lenguaje común acabado solo pueden ser comprendidas y sentidas al máximo por esas almas lectoras que están acordadas con las de los poetas, armonizadas juntas, en idéntica y compatible soledad. Es decir, el lenguaje tomado de una comunidad entera para ser transformado en poesía pura solo es comprendido y sentido por aquellos que en la comunidad, en estado solitario, lleguen a sentir, por compatibilidad de almas, lo que el poeta quiso decir o transmitir con su lenguaje poético. De esta manera, “El romancero gitano”, de García Lorca, puede ser comprendido por el mundo entero, pero más sentido por el pueblo español. Y es en esto en lo que difieren Octavio Paz y Emil Staiger: el primero habla de una comprensión escondida; el segundo, de un sentimiento compatible por ella. Lo claro es que la comprensión no es un medio para llegar al sentimiento, en cambio, este tal vez sí lo sea para llegar a la comprensión. En fin, el lector puede que entienda con más ventaja ese lenguaje purificado cuando su cultura, en este caso española, se una a su alma para compartirla por experiencia nacional con el poeta.

Se vuelve a la idea principal: a la definición de lenguaje y a su parte común que desaparece debido a su utilización en la poesía. García Lorca escribió sobre la guerra civil española, plasmó en sus poemas su tiempo, y no separó el contexto del lenguaje. Y tal vez se encuentre aquí una contraparte de lo ya dicho por Octavio Paz: “Las palabras del poeta son también las de la comunidad”. Emil Staiger afirma que el lenguaje (el que es poético por ser metáfora de cosas que no concuerdan con su nombre) y el suceso histórico o contextual son independientes uno del otro. Sin embargo, dice también que el lenguaje poético es inseparable del suceso como tal[7], de tal manera que lo que ocurre se percibe como lenguaje; en este caso, la Guerra Civil Española es el lenguaje mismo, y unos versos como con sus pechos cortados, puestos en una bandeja son el ejemplo escondido, compuesto por el lenguaje nacido, según Staiger, del suceso que si se explica rompe lo que Octavio Paz denomina la Imagen. Total, de una u otra forma se utilizan palabras ya existentes para formar significados ambiguos al unirlas; esa es la base de la poesía: usar palabras comunes que se purifican, para llevarlas a su estado natural: la ambigüedad[8]. Este estado natural del lenguaje es incomprendido por el lector y, paradójicamente, de su gusto. Hugo Friedrich dice lo siguiente cuando habla del poema incomprendido y del lector que lo lee:

“Su oscuridad le fascina en el mismo grado que le aturde, y la magia de sus palabras y su aura de misterio le subyagan aunque no acierte a comprenderlas. Podemos dar a esta coincidencia del hechizo con la inintegibilidad el nombre de disonancia (…)”[9].

Así, podría decirse que la disonancia es el consuelo primero para aquel que lee y no entiende un poema. Por ejemplo, con sus pechos cortados, puestos en una bandeja son dos versos que impactan aunque no se entiendan del todo, dos versos que acaban con el lenguaje común en el momento en que dejan de significar lo que dicen. La disonancia es la aliada de la poesía para que ésta tenga éxito: el lenguaje común se muere, y empieza a revivir el lenguaje poético con la disonancia. ¿Acaso el poeta abusa del lenguaje común y pone como escudo la disonancia, que es sustituto del acabose de este lenguaje, para que no se note sobremanera su abuso? El mismo Octavio Paz afirma que sí hay una violencia hacia el lenguaje mencionado:

“La  creación poética se inicia como violencia sobre el lenguaje. El primer acto de esta operación consiste en el desarraigo de las palabras. El poeta las arranca de sus conexiones y menesteres habituales: separados del mundo informe del habla, los vocablos se vuelven únicos como si acabasen de nacer”[10].

Pero este abuso y violencia engendra al lenguaje purificado (sacado del contexto de la comunidad), con más metáforas que de costumbre, con una disonancia entendible… Este lenguaje es su esencia natural, es la negación, inspiración y abuso del lenguaje común.

Sin embargo, en el poema quedan algunas palabras del lenguaje común que por su naturaleza metafórica son poesía en cualquier poema.


Y que yo me la llevé al río
Creyendo que era mozuela,
Pero tenía marido.

Hugo Friedrich citó a Montale: “Si el problema de la poesía consistiera en hacerse comprender, nadie escribiría versos”[11]. Estas palabras de Montale argumentarían el acabose del lenguaje común que se viene tratando; no obstante, se cae en la cuenta de que las mismas palabras ya son poesía por ser representaciones de cosas con las que no hay ninguna relación. El mejor ejemplo es esta estrofa del poema “la casada infiel” de García Lorca. Con esto no quiere afirmarse que todo el poema esté a salvo de la desaparición del lenguaje no necesitado de disonancias. El fin es entender que la poesía como tal es el mismo lenguaje llevado a purificación y ambigüedad y que acepta en ocasiones la belleza del lenguaje común que permanece como metáfora.

La comunicación a la que los humanos están acostumbrados se rompe en la mayor parte de los poemas; empero, queda algo de ese lenguaje común que también dice mucho aunque no necesite en demasía el concepto de “Imagen” del que habla Octavio Paz. La clave de esas palabras comunes, que dicen lo que literalmente es, tal vez esté en el lugar donde se ubiquen; lo que sí es seguro es que esa ubicación, elección y escritura de palabras es única e irremplazable; cada una de ellas ya estaba en el poeta, dentro de su ser… no hay sinónimos para ninguna.

En conclusión, el lenguaje común, el que se habla a diario, es la metáfora de cosas que se presentan con palabras sin ningún parecido entre ellas. Este lenguaje es purificado por el poeta que arranca de su cotidianidad las palabras dadas por la comunidad o el contexto, y recrea el lenguaje común del humano. El único fin es la naturaleza del lenguaje que para Octavio Paz se llama ambigüedad. Sin embargo, y García Lorca lo sustenta con sus poemas, no siempre hay este tipo de transformación, recreación o purificación, sino que el lenguaje cotidiano y que no conlleva disonancias se presenta bien ubicado para formar poesía con su metáfora innata. Acaso sea por eso que  Queneau escribió:
Bien placés bien choisis
Quelques mots Font une poésie.

BLIBLIOGRAFÍA

ESTAIGER, Emil. “Conceptos fundamentales de poética”. Madrid: Ediciones RIALP S.A., 1966.
FREUD, Sigmund. “La creación literaria y el sueño despierto”. En: “Psicoanálisis Aplicado”. Madrid: Editado por ARIEL LTDA, 1969.
FRIEDRICH, Hugo. “Estructura de la lírica moderna”. Barcelona: Editorial SEIX BARRAL, S.A., 1959.
GARCÍA LORCA, Federico. “La casada infiel y Romance de la guardia civil española”. En: “Romancero Gitano”.
PAZ, Octavio. “El arco y la lira”. México: Fondo de Cultura Económico, 2005.


[1] PAZ, 2005: 34
[2] FREUD, 1969: 19
[3] PAZ, 2005: 46
[4] IBID, 47
[5]  IBID,45
[6] STAIGER, 1966: 66
[7] IBID, 30
[8] PAZ, 2005: 47
[9] FRIEDRICH, 1959: 9
[10] PAZ, 2005: 38
[11] FRIEDRICH, 1959: 15

lunes, 19 de septiembre de 2011

Del amor y otros demonios: un recuerdo de Garcilaso

   Del amor y otros demonios: un recuerdo de Garcilaso
(Jhon Monsalve)
Portada

<<Él habló de Garcilaso. El maestro le confesó que lo conocía mal, pero lo recordaba como un poeta pagano que no mencionaba a Dios más de dos veces en toda su obra>>

Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero es el nombre completo de uno de los personajes principales de un libro del premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez que, en este escrito, se ignorará como autor de unos actantes que serán tratados como humanos del siglo XVIII. Para exponer la razón por la cual Cayetano Delaura eligió en su historia de amor los poemas del poeta renacentista español Garcilaso de la Vega, se tendrán en cuenta los sonetos que este último escribió y el libro de donde nace la idea de las presentes líneas: “Del amor y otros demonios”.

Garcilaso de la Vega fue un poeta del siglo XVI, y Cayetano Delaura, un sacerdote bibliotecario de dos siglos después. Las diferencias entre ellos no son tantas como sus similitudes que pueden deducirse al leer al uno y al otro; y uno de esos parecidos que también puede tomarse como coincidencia, es la que lleva al bibliotecario, hijo escondido de obispo común, a elegir entre demás poetas a este militar que murió a los 38 años, aproximadamente, sin saber que uno de sus descendientes viviría momentos parecidos a los que él vivió o sintió, y que plasmó en sus más literarias creaciones.

Las experiencias vividas por Cayetano Delaura fueron las que lo impulsaron a elegir a Garcilaso, porque solo ellas son capaces de unir el alma del lector con la del poeta. De hecho, Emil Staiger lo comenta en el primer capítulo de su libro “Conceptos fundamentales de poética” y adiciona que para que el poema se sienta en el lector es necesaria una actitud abierta y receptora por parte de este, y esta actitud de la que habla es producida, tal vez y exclusivamente, solo por la experiencia[1]. Y partiendo de que el hombre califica de cierta forma los poemas que lee, según el momento que vive, podría decirse que Delaura no calificó los poemas de nadie, pero  eligió los de Garcilaso porque se adecuaban a su vida, y al elegirlos ya estaba dando un diez e ignorando al resto de poetas. Es decir, la similitud de lo que plasmaba el poeta con lo que vivía Delaura era tan grande que los miles de libros que pertenecían a la biblioteca que cuidaba este último fueron ignorados por uno que encajó perfecto.

Cayetano Delaura vivió en el siglo XVIII, donde la Inquisición aún estaba a flor de piel y cuando se permitía castigar a todo aquel que no hiciera o cumpliera lo estipulado por la Iglesia Católica. Claro está: en el Renacimiento, Lutero con sus 95 tesis inició el acabose de esta masacre, que en el contexto de Cayetano aún existe, y a su vez produjo una guerra en Alemania entre nobles y campesinos que, entre contiendas, se unían por estar de acuerdo con lo nuevo que se proponía. No obstante, la Iglesia Romana seguía sintiéndose en la Edad Media y prohibiendo los mejores textos escritos en esa época, que apropósito estaban como colección en la casa de Abrenuncio  de Sa Pereira cao  y en la biblioteca que Cayetano supervisaba. Es más, las letras citadas al principio de este texto muestran con claridad la subestimación hacia aquellos que no iban al lado místico, tal vez cansados de tantos años de asesinatos y con ganas de revelarse; sin embargo, presentan la máxima diferencia entre los dos personajes que aquí se tratan: Cayetano Delaura creía mucho en Dios, y su sacerdocio argumentaba su creencia; en cambio, Garcilaso de la Vega, si nombra a Dios lo nombra pocas veces… Es por esta razón que el obispo lo denomina “Poeta pagano”.

 Y por los mismos pensamientos de la época, la rabia se interpretaba como apoderación de demonios en quienes la sufrían; así fuera en una niña de 12 años, criada entre esclavos, odiada por sus padres, mentirosa por costumbre y mordida por un perro que murió de rabia pero que jamás la contagió de nada. Esta niña fue Sierva María de Todos los Ángeles, la que enamoró a Cayetano Delaura y la que remplazaría a la Elisa de Garcilaso de la Vega en la recepción de sus sonetos ahora dichos en una voz de prelado. Elisa fue la portuguesa que inspiró al poeta español, y la misma que recibía los poemas del poeta Francisco Sa de Miranda, compatriota suyo, pero enviados al nombre de Celia. Aunque parezca más coincidencia que congruencia, de la misma forma como estos poetas enviaban sus escritos a una dama, así mismo Delaura y Abrenuncio de Sa Pereira Cao intercambiaban ideas cuando discutían sobre el futuro de Sierva maría: por un lado, el sacerdote se inclinaba por una solución teológica; por otra parte, Abrenuncio de Sa Pereira (que coincidía con el Sa en el apellido de Francisco Sa de Miranda, el otro poeta) exponía sus ideas de medicina y ciencia. De cualquier forma había objetivos parecidos: encontrar el amor de Elisa y encontrar la mejor solución para la niña que creían endemoniada por culpa de una rabia que jamás se contagió.

Podría decirse que este bibliotecario fue otro Garcilaso de la Vega, que escribía poemas, aunque recitaba los de otro poeta; que también hablaba latín y entendía el italiano, el francés, además del portugués y el alemán…, y que experimentaba el sentimiento total de amor hacia una mujer que en este caso era la hija de una ninfómana y del segundo marqués de aquel lugar con mar y venta de esclavos. Ahora bien: aunque aquí se trate de argumentar que Delaura usaba los poemas del abuelo de su tatarabuela porque lo que vivía se representaba en ellos, es preciso aclarar que en ocasiones tergiversaba la información o se salteaba algún verso para que se acomodara a la acción vivida, tal y como lo muestra la historia que lo relata: “Ella repitió con la misma ternura, y continuaron así hasta el final del libro, saltando versos, pervirtiendo y tergiversando los sonetos por conveniencia (…)”. No obstante, dos almas se armonizan, la del poeta y la del lector, así sea con un solo verso escrito o expresado.

A partir de aquí, después de estas afirmaciones y suposiciones de contexto, se centrará el texto en cada verso que expresó Cayetano Delaura teniendo en cuenta la voz de Garcilaso. Este sacerdote bibliotecario tomó el siguiente verso del poeta español para expresar de cierta forma el amor que ya estaba sintiendo: “Bien puedes hacer esto con quien pueda sufrirlo”[2]. Y es que Sierva maría lo había mordido en un ataque de ira cuando apenas lo conocía, y ahora con una actitud contraria tocaba la herida y se reía mientras afirmaba que era más mala que la peste; entonces, un amor que apenas nacía ya llevaba su primer verso. La noche del comienzo del amor, se la imaginó en su soledad y repitió la última parte del soneto V del mismo poeta: “Por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero”[3]… Que ya comprobaba su inmenso amor hacia alguien que soñó sin ver y que debía exorcizar.

Se continúa en la misma línea, teniendo presente que se comenta lo vivido por el sacerdote y no por el militar Garcilaso, que si escribió lo que el primero toma como apoyo para su relación es porque en algún momento vivió o sintió parecido. Tal vez como Garcilaso de la Vega, Cayetano Delaura pasó noches escribiendo versos como sedante para las ansias, y buscó la excusa perfecta para explicar la diferencia de edad que lo separaba de Sierva María: “Nunca la había visto con un traje distinto del de reclusa, y el vestido de reina le daba una edad y una elegancia que le revelaron hasta qué punto era ya una mujer”.

En cierto momento, el marqués le envió una maleta con ropa a su hija, pero ella la rechazó por el odio que sentía hacia él; así que Delaura decidió llevarse la maleta para su biblioteca, la abrió, olió las prendas y se flageló a sí mismo. Después de que volvió a visitar a su prohibido amor, dijo el verso que resume su sentimiento amargo que mezcló con el olor de las prendas de Todos los Ángeles: “Oh dulces prendas por mi mal halladas”[4], y es que después de los escupitajos que Sierva María le lanzó, el que halló las prendas fue su propio mal. Cuando ya el amor estaba avanzado, la niña lo esperaba para sus clases de rezos y lecturas, y de tanto repetir los versos de Garcilaso ya los estaba memorizando: “Cuando me paro a ver mi estado y a ver los pasos por do me has traído”[5], decía Sierva María con la conciencia suficiente de aquel que acepta que en su vida ha habido un cambio… Afirmándose con esto que un momento de vida o sentimiento de Garcilaso fue similar al de Sierva maría; ya se unía una alma más a la del poeta. Luego se veía evidente la parte realista de Cayetano cuando decía el siguiente verso del primer soneto del mismo escritor, al mismo tiempo que completaba el antes dicho por la niña: “Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme”[6]… se muestra que él sabía a qué atenerse. Cuando Sierva maría tenía el corpiño ya suelto y los senos al aire, Cayetano cogido de sus manos resume gran parte del soneto II de Garcilaso según el momento que vivía y lo consciente que estaba de su futuro de muerte: “En fin a vuestras manos he venido” lo decía mientras ella repetía. “Do sé que he de morir”. “Para que solo en mí fuese probado cuanto corta una espada en un rendido”[7]. Esto solo argumenta un final soñado que jamás llegará y que Cayetano siempre supo.

 El exorcismo a una niña endemoniada sin estarlo fue dirigido por el obispo; la raparon, la amarraron, y Delaura no pudo hacer nada para evitarlo. Cuando la visitó ella lloró abrazándolo mientras él citaba una vez más a Garcilaso: “Bastan las que por vos tengo lloradas”[8]. Con este verso pretendía darle a saber que la amaba, que había llorado ya porque siempre supo que el final del cuento no sería el de príncipes… Quiso decirle que no llorara más porque él ya había llorado lo suficiente; quiso no verla sufrir.

Fue así como Delaura encontró, en los poemas de Garcilaso, el reflejo de su alma. Cada momento que vivía con Sierva maría era como un rato ya vivido en los sonetos del poeta, como si él no fuera más que la ejemplificación de momentos similares entre Elisa y Garcilaso. Y para la muestra de lo que aquí se afirma, existe la voz de las letras que lo cuentan: “Repitió en voz alta los sonetos de amor de Garcilaso, asustado por la sospecha de que en cada verso había premonición cifrada que tenía algo que ver con su vida”.

Y se detiene este escrito donde para la vida de aquella niña que murió de amor, después de no recibirlo por varios años. Se acaba aquí con una especie de luto que jamás permitió otra vez unir el alma de Delaura con la de Garcilaso en el último terceto del soneto IV:
 “Muerte, prisión no pueden, ni embarazos
Quitarme de ir a veros como quiera, desnudo
Espíritu u hombre en carne y hueso

Porque un espíritu, tal vez, jamás visitaría a alguien que también muere.


BIBLIOGRAFÍA

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. “Del amor y otros demonios”. Bogotá: Grupo editorial Norma, 2006.
STAIGER, Emil. “Conceptos fundamentales de poética”. Madrid: ediciones RIALP S.A., 1966. Pág. 66.


[1] STAIGER, 1966: 66
[2] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 118
[3] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 119
[4] GARCÍA  MÁRQUEZ, 006: 168
[5] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 170
[6] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 170
[7] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 171
[8] GARCÍA MÁRQUEZ, 006: 176