SANTA TERESA DE JESÚS: ALMA MÁS QUE CUERPO
DIOS: EL CUPIDO DE LAS ALMAS
Jhon Alexánder Monsalve Flórez
Análisis estructural y del plano narrativo y profundo del poema “Mi amado para mí”, de Santa Teresa de Ávila.
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús
Mi Amado para mí
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Ya toda me entregué y di
Y de tal suerte he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Cuando el dulce Cazador
Me tiró y dejó herida
En los brazos del amor
Mi alma quedó rendida,
Y cobrando nueva vida
De tal manera he trocado
Que mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha
Enherbolada de amor
Y mi alma quedó hecha
Una con su Criador;
Ya yo no quiero otro amor,
Pues a mi Dios me he entregado,
Y mi Amado para mí
Y yo soy para mi Amado.
El poema “Mi amado para mí” parece estar compuesto, en su primera parte, de una cuarteta, seguida ésta de dos estrofas de ocho versos octosílabos; sin embargo, no se acopla a la estructura de la octavilla, que es la única composición poética en arte menor con las características que presenta el poema Santa Teresa de Ávila. Por otra parte, el poema contiene versos heptasílabos que exigen el conocimiento de las leyes de la versificación silábica para lograr el paralelismo octosílabo. A simple vista, el poema parece estar caracterizado por una especie de estribillo que se repite en las tres estrofas que componen el poema.
Si se toma la primera estrofa, puede notarse la rima constante con que empieza el poema de Teresa de Ávila. La estructura en arte menor ab ab hace que pueda tomarse la primera estrofa como una cuarteta octosílaba. Ahora bien, partiendo de que la versificación silábica tiene sus leyes, podría decirse que el verso 1 y el verso 3 no están dentro de la norma estándar; lo normal es que en español el acento vaya en la penúltima sílaba, es decir, que el acento sea paroxítono[1]; no obstante, si un verso termina en acento agudo se le sumará una silaba más, que es el caso de muchos de los versos del poema que se analiza, o si termina en acento proparoxítono se contará una sílaba menos.
En el primer verso de la cuarteta, se evidencia acento oxítono al final del verso: ya toda me entregué y di; esto quiere decir que después de que un par de sinalefas intervengan en la versificación silábica, se le sumará una sílaba al verso que se pone octosílabo. Aunque podría afirmarse que el acento va en la sexta sílaba, es decir, en entregué, también es cierto que de ser así rompería la regla general de los octosílabos , cuyo acento debe ir siempre en la séptima sílaba, he ahí la razón por la cual se le agregará una sílaba a los versos agudos; por otra parte, el acento debe ir en el monosílabo “di” por el hecho de que la rima es consonante en el poema y, por ende, debe rimar con el pronombre “mí”, del tercer verso también octosílabo por ser oxítono . El primer verso guarda el paralelismo octosílabo después de dos sinalefas: una en la unión del pronombre “me” con el verbo “entregué” y otra en la unión del mismo verbo con la conjunción “y”, y después de sumar una sílaba al heptasílabo que quedaría. El mismo procedimiento se hará para el tercer verso de la cuarteta: Que mi amado para mí, donde la sinalefa uniría el adjetivo posesivo “mi” con el sustantivo “amado”, formando un verso de siete sílabas agudo donde se le sumaría una sílaba más por regla.
Los versos pares de la cuarteta están compuestos por nueve sílabas cada uno, pero las sinalefas ayudan a lograr el paralelismo: Y de tal suerte he trocado; este verso cuenta con ocho sílabas, siempre y cuando se una el sustantivo “suerte” al auxiliar “he”; en el cuarto verso, la sinalefa se presenta en la unión del adjetivo posesivo “mi” con el sustantivo “Amado”: Y yo soy para mi Amado.
En esta estrofa, aparece el yo poético en primera persona. Se sabe que es una voz femenina la que habla por el hecho de que algunos elementos del poema aportan esta información: ya toda me he entregado, por ejemplo; o en el verso 3 que aparece el Amado como posesión de ella, y no la amada que haría referencia más a una voz masculina; sin embargo, la única prueba de que el yo poético es femenino sería la opción primera ya que el Amado está en mayúscula y, como más adelante se explicará, reemplaza a la deidad suprema. El yo poético comenta la entrega total de su ser para su amado y habla acerca de su nueva suerte (trocada) al pertenecer ella a Él, y Éste a ella.
La segunda estrofa está también compuesta de ocho versos octosílabos, o sea, en arte menor con la siguiente estructura: ababbcdc, es decir, no puede decirse que sea una octavilla, única composición poética en arte menor de ocho versos, por el hecho de que no concuerda en la estructura que es: abbcdeec. Tampoco puede decirse que la estrofa segunda del poema de Teresa de Ávila sea una quintilla sumada a una tercerilla que funcionaría casi como estribillo, ya que, si bien es cierto que los tres últimos versos de esta estrofa cumplen con la estructura de la tercerilla, también es cierto que no puede tomarse la primera parte de la estrofa como quintilla pues su estructura difiere de ésta : por regla general, los dos versos finales de una quintilla no pueden rimar, y en este caso rimarían: mi alma quedó rendida y cobrando nueva vida. Así pues, la única conclusión al respecto sería que la estrofa 2, al igual que la siguiente, está compuesta por una cuarteta, de estructura abab, y una coplilla o copla que se caracteriza por estar compuesta de cuatro versos pares, es decir, como ordenado está en los versos finales de esta estrofa: bcdc.
Los versos 1, 3 y7 son oxítonos, es decir, que al igual del análisis estructural hecho en la primera estrofa, en ésta, estos versos son heptasílabos después de que las sinalefas ayuden a lograr el paralelismo que alcanza su ideal, siempre y cuando se le sume una sílaba por regla. El verso 1 presenta sinalefa en la unión del “cuando” con el determinante “el”, y se le suma una sílaba por ser verso agudo: Cuando_ el dulce cazador (el _ representa la sinalefa). El tercer verso es también oxítono, sin sinalefa, diéresis o sinéresis alguna; se le suma una sílaba por regla: En los brazos del amor. El séptimo verso mantiene la estructura y el contenido del tercer verso de la cuarteta, por tal motivo, se da por conocida la razón del octosílabo. Los versos restantes son octosílabos después de presentadas algunas sinalefas: en el segundo verso se une el verbo “tiró” con la conjunción “y”; en el sexto verso, se une el sustantivo “manera“con el auxiliar “he”, de la misma forma que en el octavo verso, igual en estructura y contenido al verso 4 de la cuarteta, se une el adjetivo posesivo “mi” con el sustantivo” Amado”. En cuanto a los versos 4 Y 5, pareados, hay que decir que mantienen la estructura octosílaba sin necesidad de suma alguna, ni de sinalefas.
En cuanto a lo que dice la estrofa, podría comentarse lo siguiente: el yo poético, de quien se dijo era voz femenina y que aquí se evidencia en los adjetivos herida y rendida, habla de un Cazador con “C” mayúscula que la hirió y en ese estado su alma quedó rendida en los brazos del amor, donde cobró nueva vida; por otra parte, es conciente del cambio y reitera que su Amado con “A” mayúscula es para ella y ella para Él.
La última estrofa tiene la misma estructura que la anterior: ababbcdc, en arte menor; por lo tanto, no es una octavilla, ni un poema compuesto por una quintilla y una tercerilla, sino, de una copla o coplilla.
En esta estrofa, los versos 2, 4, 5, 6 son oxítonos, es decir, en la versificación silábica hay que sumar una sílaba a los versos, después de sinalefas y diéresis que ayudan a lograr el paralelismo. En el segundo verso Enherbolada de amor, la sinalefa une la proposición “de” con el sustantivo “amor”; en el cuarto verso, hay seis sílabas: una con su criador; sin embargo, la diéresis rompe el diptongo en crïador y la oxítona completa las ocho sílabas; el quinto verso presenta dos sinalefas; una en la unión del verbo “quiero” con “otro”, y la otra en la unión de este elemento con el sustantivo “amor”: yo ya no quiero _ otro_ amor; el séptimo verso, que hace parte de una especie de estribillo en el poema, presenta sinalefa en el mismo lugar donde se fijó en las estrofas anteriores: y mi_ amado para mí. Con respecto a este verso, hay que decir que mantiene una parecida estructura con el final de las estrofas que lo proceden: se cambia la conjugación “que” por la conjugación “y”, pero lo demás permanece, como permanece el último verso en las tres estrofas.
En cuanto a los versos restantes, queda por decir que en el verso 6 hay dos sinalefas seguidas que forman una sola sílaba: se une “me” con el auxiliar “he”, y éste con “entregado”: pues a mi Dios me_ he_ entregado. El primer verso y el tercero tienen las ocho sílabas que exige la norma, sin necesidad de sinalefas, ni de diéresis, ni de sinéresis.
De esta estrofa podría decirse que el yo poético aclara que el Cazador con “C” mayúscula la hirió con una flecha de amor y que su alma se unió con la de su Criador, a quien se entregó y por quien decidió no querer otro amor; reitera por vez última que su Amado para ella es, y ella es para Él.
A lo anterior subyace un sistema de valores comandados por la secuencia Amor- decisión- nueva vida, presentados en dos tiempos en el poema. Podría decirse que, en este caso, los tiempos no están divididos por estrofas, sino por los tiempos verbales que componen el poema en sí. Al principio de la segunda y tercera estrofa aparecen cuatro versos que están escritos en pretérito perfecto simple; no obstante, hay acciones en algunos de los versos que indican un tiempo acabado, cuyas características se mantienen en el presente del yo poético. Un ejemplo de esto es el primer verso del poema: Ya toda me entregué y di que muestra una acción acabada, pero que se mantiene en el presente; es decir, el yo poético se entregó y dio en el pasado, pero aún continúa entregado y dado, o entregada y dada como ya se explicó, en el presente de su composición poética. De esta forma, se divide el tiempo en el poema: un pretérito totalmente acabado y un pretérito cuyas características ya se explicaron y que se asemejaría mucho al pretérito compuesto perfecto compuesto, que es el caso del segundo verso del poema: y de tal suerte he trocado. Pues bien, teniendo en cuenta esto, podría afirmarse que los dos primeros versos tanto de la segunda estrofa como de la tercera indican el tiempo pretérito en absoluto acabado: cuando el dulce Cazador me tiró y dejó rendida, que es el primer caso, muestra con claridad dos verbos en pasado, cuyas acciones culminaron sin trascendencias: “tiró” presenta el momento, tomándolo literalmente, en que la flecha del cazador salió del arco y pegó en el yo poético: esa acción termino ahí. Lo mismo pasa en el caso del verbo “dejó” acompañado del adjetivo “herida”, pues el yo poético no se mantuvo en ese estado hasta el momento de su voz en el poema; el quinto verso de la misma estrofa lo aclara: y cobrando nueva vida.
En la tercera estrofa, los dos primeros versos mantienen la idea aquí sustentada, que corresponde al tiempo 1 de los dos en los que el poema se divide: “Hirióme con una flecha/ enharbolada de amor” son los dos versos de dicha estrofa que, con el verbo hirióme, sostienen el argumento de que el tiempo pretérito, en este caso, no trasciende hasta el presente del poema: hirióme, se refiere a ese solo momento, al de la herida, y nada en el poema nos indica que el yo poético aún está herido.
Ahora bien, los versos 3 y 4 de las mismas estrofas están escritos en el mismo pretérito, pero cuyas características en las acciones perduran hasta el momento de escrito el poema: “En los brazos del amor / mi alma quedó rendida”, que es el primer caso, presenta el verbo “quedó” seguido del adjetivo “rendida”, indicando que, si bien es cierto que fue en aquel tiempo en que quedó rendida el alma, al parecer, es también válido afirmar que en el presente del poema, el alma del yo poético aún está rendida en los brazos del amor. En el segundo caso “y mi alma quedó hecha/ una con su criador” puede decirse que la unión se mantiene en el presente en que ubicado está el yo poético. Lo anterior unido a los pretéritos perfectos compuestos del poema: “de tal suerte he trocado”, “de tal manera he trocado” y “pues a mi Dios me he entregado”, de igual forma unido a los presentes del poema: “y yo soy para mi amado” y “yo no quiero otro amor”, hacen parte del segundo tiempo en que el poema se divide. El primer tiempo corresponde a una búsqueda de amor por parte del que tira las flechas enharboladas de amor y el segundo tiempo fija un presente de decisión ya tomada y de nueva vida, como a continuación se explicará.
Santa Teresa de Jesús se ubica, contextualmente hablando en el renacimiento, y tal parece que está presente en el poema esa característica fundamental del movimiento literario que consiste en la revalorización de la civilización grecorromana en la que está inmersa la mitología de aquel entonces. El poema parece ser, hasta cierto punto, una analogía del mito de Cupido y psique, poniendo a Dios como el cazador que lanza la flecha para el enamoramiento de aquella que inferior es a él. Si se recuerda, el mito de Cupido cuenta, a grandes rasgos, la historia de un dios alado que cuando va a matar a psique por mandato de afrodita, se enamora de la víctima, humana. De igual forma, el yo poético por medio de paradojas, la figura retórica más recurrente en el poema, presenta a un dulce Cazador, con “C” mayúscula, pues a Dios se refiere, que lanza una flecha enharbolada de amor a ella que es humana, pero cuya alma interviene mucho más que el cuerpo en dicha relación; el yo poético afirma: “en los brazos del amor mi alma quedó rendida” “mi alma quedó hecha con su criador”, es decir, el alma de quien se expresa es la protagonista de la entrega a Dios. Un punto clave para verificar que hay mucha relación entre el mito y el poema es que psique, la humana que se enamoró de aquel dios alado, se traduce como Alma, es decir, la parte del ser del yo poético que funciona como elemento figurativo en el poema. He ahí el tiempo 2, que corresponde a una búsqueda de amor por parte de Dios hacia ella, y no a la inversa: es el Cazador quien lanza la flecha, buscando su alma, el alma humana del yo poético.
Ahora bien, la “decisión” hace parte de una contraparte con el amor ya que ubicada está en otro tiempo y porque pertenece al ser conquistado y no al que conquista. El yo poético se entrega en todo aspecto a Dios, y lo confirman los versos: “ya toda me entregué y di” “yo ya no quiero otro amor/ pues a mi Dios, me he entregado”. No obstante, la decisión más que una oposición con el amor, parece ser el punto en el que el yo poético se transforma, porque después de tomada dicha decisión, la vida y la suerte del que se expresa cambian rotundamente “y de tal suerte he trocado” “y cobrando nueva vida/ de tal manera he trocado”, para que al final se sienta cierto orgullo en los versos que más se repiten en el poema y que lo resumen todo: “y mi amado para mí” recordando en este verso la seguridad del yo poético de que Dios fue quien la conquistó, lo que hace que sienta que Dios le pertenece, y el último verso “y yo soy para mi amado”, que recuerda la total entrega por parte de ella, el yo poético, a su Amado, a quien le aclara nuevamente que ella es para Él, de igual forma que psique terminó perteneciéndole a Cupido.
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