Reseña "Las condiciones minimales de la interpretación"
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
ECO, Umberto.” Las condiciones minimales de la interpretación”. En: Los límites de las interpretaciones. Lumen, 1992.
Umberto Eco presenta en el texto sus puntos de vista sobre los requisitos necesarios para que un sistema pueda definirse como semiótico, y desarrolla algunas observaciones sobre la ayuda que la inmunología puede dar a la semiótica. Empieza haciendo una distinción entre semiosis y semiótica, y antes de citar a Peirce, afirma que la primera es un conjunto de fenómenos, y que la segunda es un discurso teórico sobre esos fenómenos. Peirce define como semiosis la relación de tres sujetos: el objeto, el signo y el interpretante, es decir, excluye de la tri-relación a cualquier sujeto consciente (intérprete). La semiótica para Pierce es la disciplina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de toda posible semiosis. Cuando Eco habla de significación y comunicación, deja clara la diferencia entre el interpretante, que puede ser una inferencia, y el intérprete que es el protagonista de la interpretación e innecesario en un sistema de significación.
Hace la distinción entre sistemas de signos y procesos de comunicación, y pone ejemplos al respecto: mediante un proceso de prueba y error, dos personas que hablen lenguas distintas pueden lograr el proceso comunicativo, sin necesidad, evidentemente, del mismo sistema de signos. De la misma forma, diferencia entre sistema y sistema de signos, donde el primero es una noción mucho más amplia. Toma la sintaxis como un sistema de sucesiones que pueden regir diversos fenómenos, incluso el crecimiento de un árbol, mientras que un sistema de signos debe asociar las sucesiones del sistema sintáctico con las del sistema semántico, y así, cualquier contenido puede convertirse en una nueva expresión que puede ser interpretada, a su vez, por otra: +-% significa agua, y agua puede interpretarse como H2O, éste como líquido potable, etc. Por esta razón, cuando el autor habla de interpretación, dice que ésta es indefinida, y que cuando se usa cualquier sistema de signos, se pueden elegir o rechazar las diversas interpretaciones que se presenten; es por eso que en el paso de ADN a ARN mensajero (A>U) no puede afirmarse que los nucleótidos, claves en el proceso, se comportan semiósicamente porque no saben que A significa U, porque no pueden abstenerse y no pueden elegir interpretaciones alternativas. Ahora bien, Es un principio semiótico que podamos considerar semiósico cualquier fenómeno cuando lo tomamos como signo de otra cosa, como el humo signo del fuego, sin embargo, Eco afirma que no todo fenómeno es semiósico: el botón y la campana, en el proceso de estímulo-respuesta, se presenta sin un sistema de signos determinado: simplemente, se aprieta el botón y suena una campana; no obstante, esa situación semiósica, donde el sonido de la campana indica que alguien tocó el botón hace parte de la competencia semiósica del humano y no de la del botón. A este proceso de estímulo-respuesta se le conoce como diádico, donde A provoca B sin mediación alguna. Un proceso totalmente semiósico siempre será triádico, es decir, a parte de A y B, donde uno funciona como signo de otro, aparece C como código, como espacio entre A y B. El ejemplo que pone el autor parece claro: si le dice a diez personas diferentes que muevan las piernas, se producirán diez distintas interpretaciones de la orden, y a su vez esas interpretaciones podrían dar lugar a muchas más interpretaciones. Ese espacio C es la lengua, el código, que permite hacer las distintas interpretaciones, incluso de otras interpretaciones. Al respecto, la afirmación de Eco: Sabemos que en el espacio C ocurre un fenómeno que se puede observar semióticamente: los contextos comunicativos. Los seres humanos no emiten signos en el vacío, “hablan” a y en medio de otros sujetos que hablan a su vez.
A partir de este punto, empieza a evidenciarse en demasía el papel que desempeña el sujeto conciente en lo semiósico. Umberto Eco acepta su afirmación hecha de que el sujeto conciente (intérprete) no es requisito de la semiosis, no obstante, desarrolla en el texto esta idea como posible punto de encuentro entre inmunólogos y semióticos. Antes de tocar ese punto, el autor habla de la inteligencia artificial como parte o ejemplo de una semiosis sin conciencia; presenta el ejemplo de tres torres con dispositivos: la primera emite una señal eléctrica que llega a la segunda torre, cuando entra una persona; en la segunda, se enciende una lámpara que sirve de inicio para que la tercera torre con su respectivo dispositivo empiece a ejercer un montón de instrucciones previas, complejas y distintas, para destruir la primera torre. Eco afirma que cuando el dispositivo tres pueda distinguir entres las distintas funciones, se hablaría de inteligencia artificial. Para esto el dispositivo de la torre tres debería hacer abducciones. De inmediato, se explica la diferencia entre abducción y deducción: en la primera, se hace una hipótesis; en la segunda, se deduce un resultado. La abducción serviría para plantear hipótesis y así romper ambigüedades, que es lo mismo que ser capaces de tomar decisiones difíciles cuando se siguen instrucciones ambiguas: Rosa puede ser planta o color, entonces, para eliminar la ambigüedad, puede forjarse la hipótesis de que quien habla es agricultor. Entonces, se plantea la duda: ¿Los inmunólogos están ante fenómenos de este tipo cuando tratan con linfocitos?
Ahora bien, el autor habla del reconocimiento como un proceso triádico, y afirma que los inmunólogos utilizan frecuentemente esta palabra. Explica que en el reconocimiento aparece una percepción actual, una percepción pasada y un tipo abstracto. Con esto el humano logra el reconocimiento de algo o de alguien: tiene la percepción del momento, la percepción de la última vez que lo vio y tiene el tipo abstracto en su mente que recuerda algunos rasgos que se mantienen, aunque el objeto o la persona hayan cambiado con el tiempo. En los procesos semiósicos, el criterio de reconocimiento varía según el contexto: un comandante precisa de pocos rasgos pertinentes para reconocer un soldado, en cambio, un enamorado exige un número mayor de rasgos pertinentes para no confundir a su enamorada con otra. Y aparece otra duda de Eco: ¿Pueden decir los inmunólogos que pasa lo mismo con los linfocitos?
En la última parte del texto, Eco propone que si la respuesta a la pregunta anterior es negativa significa que la inmunología puede usar los modelos semióticos. Habla de dos tipos de modelos: unos a escala, que son los que pretenden reproducir la forma del objeto original; otros son modelos analógicos que pretenden producir estructuras abstractas o sistemas de relaciones del objeto; pero para hacer esta toma de modelos son necesarias dos condiciones: primera, que siempre se esté conciente de que el mapa no es el territorio; segunda, que las propiedades del modelo copiado se conozcan mejor que las propiedades del modelo nuevo. Es así como el autor retoma una de las primeras afirmaciones que hizo el texto: la posible ayuda de la inmunología para la semiótica. Afirma que siempre se ha dicho que lo difícil se entiende por medio de lo sencillo, entonces, el lenguaje se entendería usando el código genético. Pues bien, como esta forma de explicar lo difícil por medio de lo sencillo no funciona en la semiótica, el autor propone que la semiótica podría explicarse por medio de la inmunología. Y hace de inmediato una relación entre las dos: entre el momento en que un linfocito encuentra un antígeno y el momento en que éstos reaccionan, hay un espacio, un espacio C, que convierte el proceso en triádico, pero, ¿cuál es la característica de este proceso: la simple existencia del espacio o su imprevisibilidad? Si la respuesta fuese la primera, lo semiósico se caracterizaría por la sola existencia de un espacio C, y en palabras del mismo Eco: Lo que significa que en la profundidad de los procesos biológicos anida el mecanismo elemental de donde brota la semiosis.
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