“La mujer del animal”, de Víctor Gaviria: realidad en fechas de rosas
Jhon Monsalve
Imagen tomada de http://amigosysocios.com/wp-content/uploads/2016/08/Mujer.jpg
Dejando
a un lado la comedia “¿Usted no sabe quién soy yo? Parte 2”, el cine colombiano
—según la valoración de un ingenuo cinéfilo de las películas de su país (que
siente lo mismo por la literatura colombiana contemporánea)— ha representado y criticado
dos formas de vida muy arraigadas: La película “Los oriyinales”, de Harold
Trompetero, exhibe las apariencias… es decir, el sentirse más de allá que de
acá, el hecho de mostrar máscaras en una sociedad criticona y escondida en sus propias
miserias. “La mujer del animal”, de Víctor Gaviria, por su parte, da cuenta de la
violencia y perspectiva negativa y machista hacia la mujer, siempre abnegada,
que calla y que aguanta. Los siguientes párrafos muestran algunas apreciaciones
sobre la película y sobre su posible impacto en la sociedad colombiana.
No
es coincidencia que la película de Gaviria se haya estrenado el 9 de marzo. Se
celebra en gran parte del mundo el mes de la mujer y era menester mostrar la
problemática de la manera más real. No es raro que la gente se salga a mitad de
película, no es raro que critiquen las escenas, no es raro que los novios se
arrepientan de haber pagado cierta cantidad de dinero por ver la realidad a
flor de piel. No es raro porque en Colombia pareciera que se practicara la
doctrina extraña de saber que existen los golpes, pero de no querer verlos para
evitar sentirse responsable. Sobre el carácter real de la película, Tatiana Escárraga
afirma: “Lo más brutal es que no existe ni una sola escena, ni una, en la que
siquiera dude por un momento que ese drama que le están contando es real, que
está ahí, a la vuelta de la esquina; que puede ser su marido, pero también su
padre, su primo, su tío, incluso su hermano. O el vecino. El horror son esos
hombres que odian a las mujeres, esos tipos que las convierten en el objeto de
su inmundicia, de su desprecio por el mundo, de su frustración. Ellos, los que
las matan porque eran suyas, porque eso les inculcaron siempre”.
La
trama de la película es muy fuerte, pero real. Hace mucho no se veía tanta
maldad en un solo hombre. Hace mucho la mujer no se representaba en su estado
de deshumanización. Una escena de rebeldía se convierte en una escena que “desmujeriza”.
Del mismo modo que, en alguna novela, un hombre asediado por el sistema laboral
se deshumaniza y, del mismo modo que en algún cuento de Díaz Valcárcel, un
hombre se convierte en sapo después de la deshumanización causada por la
guerra, así, tal cual, sucede con Amparo, el personaje maltratado, quien cierto
día decide cortarse el pelo para que “El animal” no la arrastre y humille más. Se
corta el pelo; a la vez se rebela y a la vez se desmujeriza.
La
película podría convertirse en un hito del cine colombiano para estas fechas.
El día de la mujer se ha comercializado hasta el punto de que se espera más la
rosa que la voz de lucha. No se comprende la trascendencia social de la lucha
femenina y se sigue apoyando el machismo. Se da prioridad a las acciones
masculinas e incluso se toleran. La madre de “El animal” es un ejemplo de mujer
defensora de los vejámenes contra el sexo femenino. Se cansa también, regaña
también, pero su actitud frente a Amparo siempre es de desdén.
“El
animal” viola a las niñas del barrio. Incluso intenta violar a su propia hija
para evitar que otro se le adelante. Piensa en las mujeres como objetos
sexuales que pueden ser fuente de sus recursos económicos. Afirma incluso que
la niña que nació podrá ser prostituta para que lo mantenga. Amparo no tiene
salida, la aprisiona, no le da de comer y la humilla constantemente. El cinéfilo
ante tales hechos siente, incluso, asfixia, tal como lo comenta Chucky García: “No
hay una mala traba y todo sucede de una forma tan escueta y trepidante que es
imposible no llegar a sentirse nauseabundo o asfixiado en algún momento”.
“El
animal” muere y la pólvora se escucha. Ese tipo de celebraciones deberían ser
más comunes. Se reconoce la realidad a flor de piel, pero la pólvora permanece
guardada. Muchos confían, sin duda, en que esta película sensibilice. Ojalá se
propague como las películas de comedia en Colombia. Ojalá este filme sea el
primero que abra los ojos sobre el hecho de que la violencia contra la mujer es
más que real y que a la vuelta de la esquina hay, de seguro, una o varias
Amparo sufriendo si no los golpes físicos sí los de las palabras.