lunes, 15 de diciembre de 2014

Desgracia, de J.M. Coetzee: La deshonra de Lucy en la decadencia de David

Desgracia, de J.M. Coetzee: La deshonra de Lucy en la decadencia de David
Jhon Monsalve
Imagen tomada de Internet
Parto de dos conceptos que se relacionan estrechamente con el título de la novela más leída del Nobel de Literatura John Maxwell Coetzee: Desgracia. El primero de ellos surge de la aclaración que hace Juan Gabriel Vásquez días antes de la entrevista que le hizo al escritor africano en la Feria del Libro de Bucaramanga: «J.M. Coetzee, autor de varias obras maestras (incluida una que en español tiene un título equivocado: la palabra inglesa disgrace no quiere decir “desgracia”, sino “deshonra”), estará en la Feria del Libro de Bucaramanga dentro de poco más de una semana». La deshonra, que puede comprenderse de manera especial a partir del acto de violación al que es sometida Lucy, la hija de David Lurie, es fundamental en el desarrollo decadente de este último personaje, que, como actor protagonista, lleva consigo el peso de la desgracia. La desestima y el irrespeto causados, que podrían caracterizar al sujeto deshonrado, se evidencian más en las pasiones de David que de Lucy, quien fue la que, en últimas, sufrió el daño. El segundo concepto es el de decadencia que, desde cualquier perspectiva, consiste en el paso de un estado superior a uno inferior: David Lurie pasa de la comodidad a la molestia, de la tranquilidad a los problemas, de ser profesor universitario a transportar caninos moribundos en un carro. Se aclara que esta lectura se hace con base en los sistemas de valores que rigen la sociedad occidental, en la que se desvaloriza ―y más si viene de la academia― el trabajo del obrero común. En medio de esta decadencia, aparece la violación de su hija a manos de ciertos actores desconocidos que, aparte, no solo matan a los perros de los que cuidaba Lucy, sino también hurtan algunos enceres y queman a David con un alcohol inflamable. Según la perspectiva de Lurie, el acto de violación era un acto de deshonra; para Lucy era parte de la cotidianidad y de la nueva vida, del nuevo espacio-tiempo, al que debía adaptarse.
El momento crucial en la decadencia del sujeto protagonista se da cuando su amante Melanie, una de sus estudiantes universitarias, se aleja de él, sin explicación alguna. El que, en apariencia, era uno de los enamorados de la joven increpó a David sobre la decisión ética de salir con una de sus alumnas. Días después de que el propio padre de la chica fue a reclamarle al profesor sobre el estado de su hija y la relación que con ella había mantenido, devino una ola de persecución administrativa que lo llevó a huir, al menos simbólicamente, de la ciudad hacia la zona rural, donde habitaba su hija. David no aceptó cargos porque, según argumentaba, Eros, la pasión del deseo, lo había llevado a tales circunstancias y no podía culpar a sus pasiones de los actos que realizaba. De profesor universitario, pasó, en primera medida, a ser huésped de su hija, luego colaborador de tiempo parcial, después protector fracasado de su hija y, por último, ayudante de veterinaria prístina, de muertes veloces, de estancamientos del sufrimiento canino. Dos mundos, dos formas de vida, dos universos simbólicos distintos, a los que no se habituó por completo; en la ciudad, por sus pasiones; en lo rural, por su inexperiencia en todos los ámbitos: «Allí habrá de enfrentar una violencia más atroz que la de la ciudad y, como dice Carlos Fuentes, “a un silencio peor que el de cualquier censura académica o política», tal como afirma Tania Jiménez Macedo en su reseña sobre la novela.

Que si la novela debió llamarse Desgracia o no poco interesa. Lo importante es ver cómo, a partir de las valoraciones de David, la deshonra de Lucy lo fue para él, según la rejilla con que evaluaba al mundo, pero no para ella, que se habituaba a unas formas de vida diferentes, y que terminó aceptando cuando decidió quedarse con Petrus. O era Petrus, en África, o era Holanda, en Europa. Ella decide a Petrus, pariente del chico que pudo haber sido su violador. No importa: ella quería permanecer en ese mundo, lejos, diferente. Lurie, por su parte, decae moralmente y la deshonra de su hija enfatiza tal decadencia. Deshonra, decadencia y desgracia son tres conceptos que van de la mano en la narración de este Nobel de Literatura.