domingo, 23 de marzo de 2014

La cultura y la semiótica: algunos cambios teóricos en la obra de Lotman y su concepción de la cultura

LA CULTURA Y LA SEMIÓTICA: ALGUNOS CAMBIOS TEÓRICOS EN LA OBRA DE LOTMAN Y SU CONCEPCIÓN DE LA CULTURA
Jhon Monsalve
Lotman. Imagen tomada de internet
 Zylko, B (2005). La cultura y la semiótica: Notas sobre la concepción de la cultura de Lotman. En: Entretextos, Revista Electrónica Semestral de Estudios Semióticos de la Cultura. España: Universidad de Granada.
En el año 2001, el semiólogo Buguslaw Zylko escribió para la revista New Literary History un artículo en el que hacía una contextualización global sobre los principales aportes al estudio y comprensión de la cultura hechos por Iuri Lotman. El autor divide el documento en cuatro notas sobre la teoría lotmaniana, en las que expone los elementos más sobresalientes. En la medida en que se lee el artículo, el lector identifica claramente los cambios que hubo con respecto a las teorías del semiólogo ruso. Ya lo veremos. Antes de dar inicio a la descripción y a modo de dato complementario, la revista electrónica Entretextos publicó este documento en lengua española en mayo de 2005.
Empecemos: Zylko introduce el texto haciendo referencia a la evolución temática de Iuri Lotman como teórico del lenguaje. Si bien es cierto que sus primeros estudios estuvieron relacionados con la literatura y que se interesaba por ver las relaciones sociales y filosóficas que se hallaban en ella, también lo es que con el tiempo, hacia los años sesenta, pasó al campo del lenguaje descriptivo, centrándose ahora en la semiótica de la cultura: inicios del grupo Moscú-Tartu. Zylko presenta a continuación ciertas notas sobre la concepción de la cultura desde la perspectiva del semiólogo ruso, con el fin de avanzar y de adelantar la temática que sobresaldrá en las teorías lotmanianas.
El primero de estos apuntes consiste en la antinomia Naturaleza-Cultura. Y tal vez no haya una mejor palabra para referirse al contraste que hubo entre los naturalistas, quienes no diferenciaban lo natural de lo cultural como aspectos diversos, y los que los dividían y los caracterizaban por separado. Aunque en el grupo Moscú-Tartu había integrantes naturalistas, Iuri Lotman siempre consideró que la cultura era un campo aparte de la naturaleza, pero que la primera se contribuía de la segunda: “El mundo exterior o la naturaleza proporciona material para los artefactos culturales” (p. 3). Insistía en que la naturaleza se humanizaba o culturizaba cuando aparecía de por medio la lengua, el nombramiento, y que los hechos y las cosas se volvían parte de la cultura cuando el hombre era consciente de la existencia de tales componentes del mundo.
La segunda de las anotaciones que hace Zylko consiste en el cambio existente de los sistemas secundarios modelizantes al concepto de semiosfera; este último: uno de los más importantes en las teorías propuestas por este semiólogo ruso. Los sistemas secundarios modelizantes, en primera medida, se refieren a sistemas (como la religión o el arte) que están antecedidos por la inmersión de la lengua natural, como si estos estuvieran modelados por ella. No obstante, esta concepción de la cultura a partir de sistemas modelizantes no es cercana a la realidad y, por ello, hacia los años ochenta, Iuri Lotman propone el término semiosfera. De estas nuevas propuestas, Zylko resalta cinco: 1) los límites, es decir, las fronteras que dividen la semiosfera del espacio no-texto; 2) la irregularidad estructural de la semiosfera dentro de su composición; 3) la heterogeneidad interna, por ejemplo, la periferia se considera, a diferencia del núcleo de la semiosfera, una fuente de procesos dinámicos; 4) los fragmentos de la semiosfera varían irregularmente, es decir, todos no cambian al mismo ritmo, y 5) el diálogo que ajusta la manera en que la  semiosfera existe.
Continuemos: “De lo estático a lo dinámico” es el título del tercer punto del texto de Zylko. En él se presentan algunas contradicciones de la cultura expuestas por Iuri Lotman, que consideraba que las descripciones sobre la cultura eran estáticas cuando, paradójicamente, la cultura misma es dinámica. La primera de ellas es la contraposición entre los Sistémico y lo Extrasistémico; el hecho de que este último no sea tenido en cuenta en tales descripciones ha llevado a la estaticidad de la que habla el semiólogo ruso. Así las cosas, al parecer solo se ha tenido en cuenta el sistema, la esfera como tal, y se ha dejado a un lado lo extrasemiótico. La segunda contraposición es lo Unívoco vs. lo Ambivalente: las descripciones de tipo sincrónico revelan diferencias marcadas, mientras que lo ambivalente, después de un periodo de transición, se presenta como cierta transformación cultural. Tal vez se refiera Lotman al hecho de que la semiosfera es heterogénea e irregular y que, por lo tanto, es ambivalente. Otra contradicción de la cultura se evidencia en la antinomia Núcleo vs. Periferia, que explica la posibilidad de intercambio entre uno y la otra. Una más la encontramos en lo Descrito vs. lo No descrito, esto es: después de describir un evento de la semiosfera se convierte este en un hecho social; sin embargo, algunos terrenos del sistema se quedan sin descubrir, sin ser descritos. De esta manera se mide, según Lotman, el desarrollo de la cultura, porque, mientras hay autodescripciones en el núcleo, por ejemplo, en otras zonas se producen lenguajes propios y diversos. La última de estas antinomias consiste en que “cada sistema de signos apunta hacia lo necesario o hacia lo superfluo”.  Este último, según comenta Zylko, podría ser la condición necesaria del cambio, en el proceso de transformación.
Antes de dar paso al último de los puntos que devela la concepción de la cultura por parte de Iuri Lotman, el autor del texto afirma que los sistemas semióticos pueden ubicarse en alguno de estos espacios: lo estático o lo dinámico. En este último es en el que la teoría lotmaniana, después de los sistemas modelizantes, ha centrado su atención. Ahora bien, el último punto que identifica Zylko de la obra de Lotman es La cultura y la explosión. En este expone (luego de dar algunos datos sobre el último libro de Lotman en el que, de forma caótica, se muestran los temas tratados en el texto aquí reseñado) la cuestión de la explosión como un cambio que da cierto giro a la historia y que es ocasionado por influjos de textos externos o por choques internos de la lengua. Este se puede llevar a cabo con predecibilidad o impredecibilidad, siempre y cuando ocurra de modo gradual o de un momento a otro, respectivamente (aunque casi siempre es este último).
Zylko concluye sus ideas en torno a la teoría lotmaniana haciendo referencia a los últimos estudios que se han hecho de ella, en los que asocia la semiótica con la historia. También hace alusión al cambio semántico de la palabra Texto, ya no como un conglomerado de signos, sino como una compaginación entre lector y autor.
Concluyamos: Tal vez la importancia de estudiar la cultura radique en comprender el dinamismo que la caracteriza. Por su irregularidad, su heterogeneidad y por sus influencias extrasemióticas, la semiosfera, es decir, la cultura, varía constantemente y dependiendo de la situación espacial de tal o cual lugar dentro de ella. Los estudios de Iuri Lotman ayudan a comprender estas ambivalencias y a cuestionarnos sobre las explosiones habidas y por haber. Posiblemente el artículo escrito por Zylko no sea más que una descripción teórica sobre la obra lotmaniana, pero también es una síntesis de las principales propuestas de Iuri Lotman y un análisis sobre su importancia.

jueves, 13 de marzo de 2014

"Identidades asesinas", de Amin Maalouf: Muertos a causa de identidades humanas

“IDENTIDADES ASESINAS”, DE AMIN MAALOUF: MUERTOS A CAUSA DE IDENTIDADES HUMANAS
Imagen tomada de internet
Jhon Monsalve
Tal vez la importancia, aunque vasta, que se le ha dado a uno de los más grandes pensadores de nuestros tiempos, Amin Maalouf, no ha sido suficiente en comparación con la dada al antropólogo francés Lévi-Strauss, a quien sucedió en la Academia Francesa. Tal vez haya que esperar a que pase el tiempo para valorar sus aportes, en parte literarios y filosóficos, pero sin duda, y aunque poco se note, también antropológicos.
Uno de los libros en el que se demuestra con más precisión la filantropía y la ética social (perdonen la redundancia) es, sin duda, “Identidades asesinas”, pues en él presenta las razones por las cuales los humanos de cierta postura política, social o religiosa, tras un velo de intolerancia, terminan masacrando ideológica, mental o físicamente a seres humanos con identidades distintas. Lo importante es que no solo muestra estos balances mustios de la realidad mundial, sino que también presenta las posibles vías para la solución de tales problemáticas mundiales y humanas.
Maalouf parte de la condición propia de haber nacido en el Líbano y de haberse radicado, por asuntos familiares, en Francia, de haber adoptado esta lengua romance, de escribir haciendo uso de ella, y no del árabe, parte de aquí, decía, para proponer una reflexión minuciosa y muy cuidada sobre el concepto de identidad y su relación con los rasgos que la componen: la religión, la lengua, las formas de vida. Estos rasgos serían los mismos que sustentaría el concepto de etos, definido, literalmente por la Real Academia de la Lengua Española (perdonen la vaguedad de mis escritos; siempre carentes de una bibliografía óptima) como el “Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”. El autor, sin embargo, no se estanca en estos caracteres identitarios, sino que llega al punto de entender el concepto de identidad como un término de difícil comprensión y definición, pero, sin duda, urgente de estudiar y de actualizar según los cambios tecnológicos que se han producido en los últimos años. Pero la definición de este término termina siendo en el autor algo concisa y precisa: “Mi identidad es lo que hace que yo no sea idéntico a ninguna otra persona”.
Esto que, desde cierto punto, podría convertirse en un axioma, puede entenderse a lo largo de su ensayo (muy bien escrito y estructurado, por cierto), en el que destaca tanto las cosas positivas como las negativas de cada cultura 8de las que nombra) y donde propone una comprensión tolerante inmediata sobre los comportamientos y costumbres distintas de cada comunidad. Por ser libanés, era imprescindible que hablara del islam, y ocupa gran parte de su ensayo comentando sobre las cuestiones históricas que llevaron a esta religión a ser lo que es hoy. En comparación con el Cristianismo, demuestra cómo este ha ido evolucionando de manera positiva a través de los años, contrario al Islamismo, en el que ha ocurrido a la inversa: al principio era un pueblo tolerante y luego se ha convertido (o la gente lo ha convertido; esta idea también es extensamente desarrollada) en lo que hoy es: un pueblo religioso, represor y autoritario, pero también reprimido.
Eso sí: en ningún momento toma partido por nada. Sus reflexiones son netamente éticas y humanas, y muy razonadas. En su definición de identidad se constata de inmediato que aquellos rasgos que me hacen diferente a los otros son los mismos que deben respetarse porque me identifican como sujeto colectivo. Estas luchas de religiones, estas matanzas a causa de la incomprensión de formas de vida distintas no tiene razón de ser en un mundo en el que debería prevalecer el interés por el otro.
Lo dicho en este pequeño escrito es solo una síntesis de las propuestas de Amin Maalouf. Claro que hay más, claro que la identidad no se puede catalogar de asesina en solo unos párrafos, claro que la involución humana, la globalización (lo que el autor denomina mundialización o más específicamente, porque termina siendo lo mismo sin darnos cuenta, Americanización) no se explica lo suficiente en estas líneas que ustedes leen. Claro que no. Para ello hay que ir al libro y descubrirlo personalmente. Que esto sea solo (y así es) un abrebocas.

domingo, 2 de marzo de 2014

"Viaje al centro de la tierra", de Julio Verne: entre el frío y el calor... y en duda el avance científico

“VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA”, DE JULIO VERNE: ENTRE EL FRÍO Y EL CALOR… Y EN DUDA EL AVANCE CIENTÍFICO
Jhon Monsalve
Imagen tomada de internet
El presente texto que, como todos, no pasa de ser, en ocasiones, una simple reseña o un análisis rudimentario, merece ser comenzado por la catarsis que produjo en mí, como hacía ya varios meses no ocurría en tal proporción con otras obras literarias. Y digo merece, porque no encuentro otra forma de agradecer al texto que la de ponderarlo como uno de los mejores que he leído en mi cortísima vida. Tal vez este sea el peor inicio para expresar una perspectiva sobre una novela, pero, por una parte, prometo, si no vuelven a ocurrir este tipo de liberaciones, no volver a hacerlo, y por otra, tratar de mirar “Viaje al centro de la tierra” sin subjetividad alguna.
En 1864 se publica esta novela de uno de los mejores escritores de todos tiempos, Julio Verne. Sus libros han sido traducidos a decenas de idiomas y, luego de los de Agatha Christie, son los más traducidos en el mundo. Entre sus novelas, se encuentran “Veinte mil leguas de viaje submarino”, “La vuelta al mundo en ochenta días” y “Viaje al centro de la tierra”.
Para nadie es un secreto que las novelas de Verne fueron, en muchas ocasiones, profecías de descubrimientos tecnológicos posteriores. Sus novelas se sitúan dentro de la ciencia ficción y hace uso de teorías y eventos científicos para llevarlas a cabo. En el caso que nos compete, pareciera que la ciencia  no estuviera lo suficientemente acertada en algunas proposiciones, debido, por ejemplo, a que la temperatura con la que era considerada la corteza terrestre en su medio no pasaba de ser, según lo vivido por los personajes, una falacia.
La trama se desarrolla, en su mayoría, en el continente europeo, más específicamente, en Islandia. El científico Lidenbrock halla un manuscrito antiguo cuyo enigma codificado hacía alusión a un viaje que cierto erudito aventurero, Arne Saknussemm, había hecho al centro del globo terráqueo. A partir de ese momento, Lidenbrock tuvo como empresa llegar al mismo lugar siguiendo las pistas que el manuscrito le aportaba. Junto a él se llevó a Axel, su sobrino, quien tuvo que dejar a su novia para ir a conquistar lo que, desde un inicio, le pareció una locura.
Por la boca de un volcán, se introdujeron en compañía de otros hombre que, llegado a cierto punto se devolvieron, y de Hans, un cazador islandés, fiel, impasible y que se dejaba guiar y ayudaba por cierto dinero diario. La descripción del interior del volcán es perfecta, muy científica y bastaría, me apeno al decirlo, de un conocimiento óptimo en química y física para comprender a cabalidad cada uno de los elementos que componían el interior del globo y su función, sus peligros o ventajas. Llevaron víveres para varios meses y agua no la suficiente. Cuando se hubo acabado esta última, buscaron la manera para beberla de las entrañas de la tierra, y así lo hicieron; incluso, el hilo de agua que surgió los guio hasta unas cientos de leguas más abajo, donde, luego de despertar Axel de un sueño profundo, en el que cayó después de un golpe en la cabeza y un extravío dentro de la tierra, encontraron un inmenso mar y vegetación gigantesca. Era, de cierto modo, como si hubieran viajado no al centro de la tierra, sino al pasado prehistórico. Incluso había animales marinos, y entre tantas peripecias, les pareció haber visto a un humano de inmensas dimensiones. Luego, en la flota en la que habían recorrido gran extensión marítima, cayeron a una especie de precipicio que terminó siendo la erupción de un volcán en otra parte del mundo que los vomitó después de una aventura que aportaría, en el mundo de la novela, grandes avances a la ciencia.
Islandia es un país generalmente frío. Incluso se llama así porque traduce literalmente La isla del hielo.  En la constante oposición de un país con un clima bajo y la de un lugar cuya temperatura llegó a superar los 70 grados centígrados, se encontraron estos personajes, quienes e cierta manera representaban hechos y posturas científicas de la época. Sin ninguna duda, el profesor Lidenbrock hacía parte de aquellos escépticos en la materia; Axel siempre estuvo a favor de lo que ya se había estudiado, como el calor del centro del globo terráqueo, y el impasible de Hans representaría a aquellos a los que poco les interesaban estos avances y hallazgos. Esto, sin duda, tocaría probarlo, pero no es mi intención en este texto. Lo dejo a la intemperie para que algún osado lo pueda desarrollar mejor.

Gran novela, sin duda. Nunca se me irá de la mente la imagen de un mar subterráneo en el que la prehistoria cobra vida. Yo sí creo que aquel ser antropomorfo que vieron en aquella playa era un humano. No sé… En los ojos de Lidenbrock lo vi, parecido a aquel cadáver encontrado hacía apenas un breve tiempo. Entre el Naturalismo y el Romanticismo, esta obra es, sin duda, una de las más grandes del siglo XIX, y por qué no de todos los siglos.