miércoles, 29 de agosto de 2012

Naturaleza


Naturaleza
Jhon Monsalve
La luna se asoma bajo el pantalón del cielo y miro a lo lejos las montañas mágicas. Recorro el muslo de la tierra y navego en el líquido pegajoso de su estrechez. Entrego mis labios al panal de miel del centro lunático, y respiro dentro de la matriz del miedo. Cierra y abre la corteza, el fondo más profundo de la luna, partida en dos por mi saliva. El pasto se asoma entre el líder que parado está a las afueras. Bosque, mucho bosque que ya no existe, porque la luna es lampiña y erótica. Subo a las montañas del deseo y miro a lo lejos la bandera que se eleva. Pongo dos en cada monte lavado de leche y de esperma. La boca pide lo que desea y la espada penetra hasta el esófago, sale y entra como el sueño erótico de un difunto. El licor moja lo que mojado permanece y la marihuana besa los tentáculos del pulpo. El olor a límpido… la carne azada florece entre las amapolas vírgenes del bosque de cactus. Besos y espadas por todos lados, lazos y quesos para la faena. El toro está rabioso de la espera, y el público mide con cautela los pasos tenebrosos del torero. Abre hasta más no poder la boca de la luna y la alimenta con los líquidos blancos de las velas. Ya no hay esperanzas pasajeras, solo el deseo de llegar al satélite, de ver sus entrañas verdaderas. Acumula mucha saliva porque la estancia será eterna y reposa cuanto más puedas porque la lengua te cobra factura. Se abre el satélite desconocido y debes guardar esperma para su oscuridad, debes guardar saliva. Saborea el pasto del desierto de la noche y corta la maleza que te impide el impulso más certero. Las montañas se elevan en las puntas, y los besos ayudan en la empresa. Los dientes advierten que te pasas al lado de la tempestad del deseo y llegas, incluso, a comerte lo blanco del rodeo. Agacha la cabeza y sigue haciendo lo que deseas, mientras yo acaricio la luna del hermoso cielo. Vomita lo que no quieras y rescata la semilla de un ser que pasa hasta el fondo de tu ombligo. Déjate llevar por tus deseos y llegará el sol a calmarte el frío.

sábado, 25 de agosto de 2012

Análisis de Relato de Guillaume de Lorges, de De Greiff


Análisis de RELATO DE GUILAUME DE LORGES, de De Greiff
Jhon Monsalve

Este poema de León de Greiff hace parte de una de sus obras poéticas más representativas: Variaciones alrededor de nada, escrita hacia 1936. Entre otros temas, los más destacados en esta obra son el amor, el paisaje y la reiterada vocación del poeta y su búsqueda. Este último punto es clave para la comprensión del poema que aquí nos compete: el Relato de Guillaume de Lorges es el poema de la evocación y vocación del poeta; se compara con un acontista, es decir, un lanzador de jabalinas, que quiere tumbar las nubes. Este concepto, en un plano profundo de análisis, podría referirse al ser que sueña, que quiere bajar mundos nuevos, que busca que los pájaros se unan a él para lograr la conquista de las nubes que, como dice el poema, son lo mismo que los corazones, en su volubilidad.
De la misma manera, se hace referencia a las cosas serias que, según este relato del heterónimo (que no es lo mismo que el pseudónimo) Guillaume de Lorges, tienen que ver con el conocimiento de eventos sociales y culturales como la muerte de Messire Enguerrand de Marigny, ministro de Felipe IV de Francia, o como haber observado al asno de Buridán, que no es más que el animal protagonista de un argumento escrito hacia finales de la Edad Media. Esto, a lo que el acontista, o sea, el soñador, llama “cosas serias”, sería lo que ha rescatado de los libros que ha leído. Por eso ha bebido buenos vinos y paladeado vianda tierna.
La musicalidad del poema se mantiene del movimiento literario modernista. Usa palabras llenas de creatividad y de abstracción, que le dan un toque y un estilo personal a lo que expresa.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Análisis de La Vorágine, de José Eustasio Rivera


LA VORÁGINE: EL TORNADO DE LA SELVA, LA PASIÓN DESENFRENADA Y LA AGLOMERACIÓN CONFUSA DE SUCESOS
Jhon Monsalve

Leí que la Vorágine era la novela de la selva.  Lectura que me pareció extraña porque, si bien es cierto que ocurre en dicho espacio, no hay que dejar a un lado que el principal objetivo de su escritura fue la denuncia del abuso que se venía llevando a cabo en las caucherías del Vichada. No había leído la novela, pensé leerla pero no tan pronto; uno de los motivos que tuve para avanzar en la lectura, tal vez más rápidamente que mis compañeros de curso, fue el de comprender las razones por las cuales el profesor había catalogado de ese modo la novela de José Eustasio Rivera.
Vorágine, según la Real Academia Española, en su primera acepción, es un “Remolino impetuoso que hacen en algunos parajes las aguas del mar, de los ríos o de los lagos”, pero después de haber leído la obra y de comprender la razón del título, podría afirmar que más que un remolino es un tornado, que se lleva todo lo que encuentra, que despedaza ilusiones y sueños.
Sí, es cierto, la denuncia que se hace es el objetivo de la novela, pero su personaje principal o protagonista es la selva. Debemos diferenciar muy bien la una de la otra: La vorágine es la novela de la selva del mismo modo que Cien años de soledad es la novela de los Buendía. Notemos, a partir de estos ejemplos, que el dativo en los dos casos antecede a los personajes más recurrentes y no al objetivo de la obra en sí.
En la segunda acepción de la palabra vorágine, la RAE la define como la “Pasión desenfrenada o mezcla de sentimientos muy intensos”. No hay que negar que, tal como lo afirma Ayala Poveda cuando pone en paralelo esta novela con María, La Vorágine es la novela del amor desenfrenado que ocurre en un ambiente de vicios y pasión, donde sobresale la crueldad humana y los sentimientos brutales. Y es verdad: ¿Qué mejor mezcla de sentimientos que aquella que sobrevenía sobre los personajes cuando estaban en la selva?: la ilusión perdida, la esperanza puesta en Clemente Silva, las ganas de asesinarlo, el deseo de que viviera para que los sacara de allí. Además, la pasión con que Arturo Cova hacías las cosas: con egolatría, con racismo, con odio, con afán, con deseos de asesinar a Barrera, hacen de este personaje y de otros con características semejantes (como Alicia, que huye; como Griselda que actúa, que dispara; como Clemente Silva que busca a su hijo; como Zoraida Ayram y Barrera que persiguen sus proyectos sin importarles el bienestar del que los rodea: todos ellos actúan bajo la pasión desenfrenada de sus propósitos) caracteres, como los llamaba Aristóteles, pasionales desenfrenados.
Según la RAE, en su última acepción, vorágine es la “Aglomeración confusa de sucesos, de gentes o de cosas en movimiento”. Acepción que aplica para el caso de la novela, porque en todo momento hay sucesos confusos que giran en torno a lo que narran los personajes mientras están en la selva: los indígenas asesinan, ellos (los perdidos en la selva) están cansados, los trabajadores son explotados, ellos pierden las ilusiones de salir de la selva, los niños son esclavizados en pro de la extracción del caucho, ellos se enferman de la selva y oyen a los árboles, a la naturaleza.
De esta manera, puede afirmarse que La vorágine es una novela que denuncia la los abusos de las caucherías por medio de una narración que, en todo momento y de una u otra forma, hace alusión a su nombre. José Eustasio Rivera logra configurar perfectamente el nombre de su obra con los sucesos que en ella ocurren: tornados, pasiones y aglomeraciones confusas. 

domingo, 5 de agosto de 2012

Crónica: mi primer viaje en avión


LAS NUBES, EL MIEDO, LA BULLA
CRÓNICA: MI PRIMER VIAJE EN AVIÓN
Jhon Monsalve

                —   Dios te salve María, llena eres de gracia (…), Santificado sea tu nombre.
                —   Pero mira hacia abajo, mamá: se ven solo nubes.
                —   Bendita tú eres entre todas (…), Haz tu voluntad en el cielo como en la tierra.
Cuando era niño me gustaba mirar Gokú comiendo crispetas con aguapanela. Me emocionaba ver que aquel chiquillo se elevaba con su báculo sagrado hasta el cielo y que traspasaba las nubes como si fueran paredes intangibles. Los Simpson, por su parte, mostraban a dios agigantado, sentado sobre una enorme banca que se sostenía sobre las nubes. Recuerdo esto ahora… lo recordé antes y en el momento en que estaba subido por primera vez en el avión de LAN que me llevaría hasta Bogotá, me dejaría durante dos horas en uno de los aeropuertos más grandes del país y luego volvería a recogerme para transportarme a Cali, lugar en que presentaría una ponencia en Jalla 2012, congreso internacional de literatura latinoamericana.
¿Las nubes se rompen o no? El avión despegó después de haberse acomodado lo suficiente. Prendió su motor, supongo, y tomó una velocidad indescriptible. Dejó de tocar tierra y me arrepentí de haber elegido la ventanilla. ¡Y tanto que hice para que me dieran ese puesto!:
               —   Señorita, ¿puedo elegir la ventanilla?
               —   Claro joven, pero cuando venga a hacer el Check in.
               —   ¿El qué? ¿Qué es eso, señorita?
           —   Es el registro del vuelo. Usted compra los pasajes hoy, pero 48 horas antes, si lo desea así, puede venir para registrar oficialmente su vuelo. Ahí puede elegir el asiento que más guste.
Y así sucedió: fui 48 horas antes del vuelo, me dieron un papel impreso dos veces, y listo, ya tenía fila y asiento: 6L. Antes de subirme al avión miré el cielo, y dije: “Espérame”. Cerca de 20 minutos duré dentro de la aeronave que no se movía, no caminaba, no volaba, miraba hacia el cielo, había nubes, ¿se rompen las nubes? Hubo un momento en que me arrepentí de no haberme ido en bus: el vuelo se retrasó 75 minutos, y yo en la puerta de embarque no hacía más que preguntar si por distraído, había perdido el vuelo, y que ahora qué tenía que hacer. Me mandaban a sentarme, a tranquilizarme, que no me preocupara, que ellos avisaban por el altoparlante. Ay, y la fila que me tocó hacer, ni se la imaginan. Tuve que dejar las monedas y el celular en una caneca, también el bolso, pero no me advirtieron nada sobre la USB, y sonó el pito, como en un almacén de cadena cuando se roban algo. Mierda, pensé que alguien me había metido coca en los bolsillos sin darme cuenta. De nuevo el pito:
                —   ¿Joven, qué lleva en el bolsillo?
                —   Pues… una USB.
                —   Déjela allá junto a las monedas.
Y a diferencia del resto, me pasaron el aparato piteador por todo el cuerpo como cuatro veces. El avión despegó y me arrepentí de haber elegido la ventana. Bucaramanga se fue perdiendo entre la velocidad, la altura y mi miedo. No miré, era muy alto, debí pedir la ventanilla del ala: menos susto. Pero me acomodé, me acostumbré y me sentí dios. Sentí que la señora que rezaba en la parte trasera me hablaba a mí, que me rogaba que la cuidara y que protegiera a su hija. Vi las nubes rotas, blancas, grandes, rotas. Las montañas abajo, el mundo era mío, solo mío, la seguridad, el vértigo, la turbulencia. Qué sensación tan extraña la de volar tan alto… cuando uno alza la cabeza no se ven más nubes sobre uno, sino abajo, como el dios de los Simpson, abajo, tan tangibles, tan abundantes, tan humanas.  
Nunca había ido a un aeropuerto. Mi mamá me cuenta que de niño vivíamos cerca de allí y que yo señalaba con las manos los aviones como queriendo decir que quería uno de juguete. Pasaban cerca, muy cerca de la casa, de mañana y de noche. No recuerdo esos tiempos; estaba muy pequeño. Cuando llegué al aeropuerto, busqué la cabina de LAN para que me indicaran por dónde quedaba la puerta de embarque. Luego, mi padre pidió un tinto de 2600 pesos, con la misma cantidad de los que, en el centro de Bucaramanga, valdrían 400 pesos. “Esto es pa’ ricos, mijo”, y compró el café. Habló de mi niñez y de la moto que me compró mi hermano Libardo para que me divirtiera un poco. Se fue, me dejó solo frente al destino. Recordé Fire and Ice, el poema de Robert Frost:
El mundo acabará, dicen, presa del fuego;
otros afirman que vencerá el hielo.
Por lo que yo sé acerca del deseo,
doy la razón a los que hablan de fuego.
¡Mierda!, el fin del mundo. Qué tal si se cae el avión, el fuego, la montaña, Fire and Ice, de Álvaro Menéndez Leal. No, no pensemos en eso… miles de vuelos salen al día me dijo un profesor y las noticias de un accidente aéreo aparecen solo de vez  cuando. Sí, es cierto: hace mucho no oigo una catástrofe de esas, me tranquilicé, me acomodé en la silla, me amarré el cinturón. Aire, nubes, cielo, sol que irradia sobre las turbinas del avión.
Cuando vi las nubes bajo mi poder, pensé en romper la ventanilla y lanzarme al mundo de algodón. Guardé la calma, le perdí el miedo a las alturas, en la Universidad del Valle me asomé desde un cuarto piso y ya no sentí vértigo. Los huecos, sí, los huecos, hacían que pensara en un  accidente, hay huecos en el aire, muy hondos. La turbulencia hacía mover el avión para uno y otro lado, temblaba, se prendieron las luces de emergencia, miré la ventana: “Con el zapato la rompo y me boto”, pensé. La azafata había dramatizado cómo debía uno abrocharse el cinturón, cómo ponerse la máscara de oxígeno si se necesitase, señaló las salidas de emergencia, pero no explicó qué hacer con el miedo, si podía botarse o no por las ventanas. Son como huecos en las carreteras colombianas. Simplemente así: huecos, no se asuste me dijo otro docente que eso es normal. Respiré hondo, y me sentí Gokú.
De Bogotá a Cali fue diferente, de Cali a Bogotá el miedo se fue, de Bogotá a Bucaramanga fue divertido. Si me piden una conclusión sobre la experiencia de haber viajado en avión, responderé como respondió Fermina Daza cuando le preguntaron sus impresiones sobre París y Europa: “Más es la bulla”.

sábado, 4 de agosto de 2012

Análisis de Elvira Tracy, de Rafael Pombo


Análisis de Elvira Tracy, de Rafael Pombo
Jhon Alexander Monsalve
 Jéssica Ivón Renata González

El poema “Elvira” de Rafael Pombo, escrito  el 30 de agosto en 1863 en Nueva York, presenta un yo poético que expone de manera magistral los últimos momentos de la vida terrenal de una jovencita quinceañera, pura, dulce, inocente, blanca, bella y virginal que pasará, sin duda, a otra vida más dichosa en el paraíso y estará en comunión con su ángel adorado; en síntesis, el poema trata de la muerte.
Como es muy sabido el autor de este poema, Rafael Pombo, pertenece por su producción literaria al romanticismo; y a pesar de que trabaja el tema de la muerte, como otros románticos (entre otros, Jorge Isaacs con María), no lo hace ver con ese sentido fatal característico del movimiento, ya que según Eduardo Camacho Guisado en su libro Sobre Literatura Colombiana e Hispanoamericana en la poesía de Pombo “se aprecia una evolución, a la par de una gran variedad de temas: desde el desarraigo romántico, la sátira contra la sociedad […]”. Por lo anterior se podría afirmar que aunque sigue siendo parte del romanticismo, este autor empieza a tener otros puntos de vista y a darle otra forma a lo que se conoce tradicionalmente como este movimiento. Sin embargo, el aspecto religioso se ve resaltado en palabras recurrentes como: paraíso, virgen, Madre de Jesús, ángel y cielo; este canto a la pureza femenina se convierte en el ideal romántico de llegar a la muerte en la plenitud de la vida y la belleza, lo cual se podría asociar a la historia de María de Jorge Isaacs y algunas características de este pueril personaje.
A grandes rasgos, el poema Elvira, de Rafael Pombo, está compuesto por once estrofas de cuatro versos (cuartetos) y escrito en versos endecasílabos, es decir, de 11 sílabas. Tiene la estructura ABAB, en arte mayor, y rima en consonante. Aunque la medida no es exacta, a partir de algunas licencias métricas, se puede llegar al endecasílabo. En cuanto al ritmo, puede decirse que no es fijo: varía de verso en verso. El único golpe de voz que se reitera, para el ritmo, es el penúltimo, común en este tipo de versos. El predominio del sonido /S/ y aliteraciones con las letras T y D hacen del poema un susurro y le dan un ritmo consecuente con lo que predica. Como es imposible, por cuestión de espacio y de tiempo, se presenta a continuación el análisis estructural de una de las once estrofas del poema:
¡Un retro- en el centro- un paño- un Cristo!14
¡Un caver! ¡Gran Dios!. . . ¡Elvira!. . . ¡Es ella12
Alegremente linda- ayer la- hevisto,14
¿Y- hoy?. . . hela- allí. . . ¡solemnemente bella!13
Al frente de cada verso se pone el número de sílabas que posee sin licencias métricas; ya sabemos que con ellas forman once sílabas. Se subrayan las sinalefas. La rima es consonante: el primer verso rima con el tercero y el segundo con el cuarto; es decir, se habla de una rima cruzada: en una serie de versos riman los impares con los impares y los pares con los pares. En cuanto al ritmo, Navarro Tomás, según lo afirma Miguel Ángel Garrido en Nueva introducción a la teoría literaria, señala diferentes tipos de ritmo en versos endecasílabos:
Enfático: Acentos en primera, sexta y décima sílaba.
Heroico: Acentos en segunda, sexta y décima sílaba.
Melódico: Acentos en tercera, sexta y décima sílaba.
Sáfico: Acentos en cuarta, octava o sexta y décima sílaba.
Por lo tanto, y tal como está subrayado en la estrofa analizada, el primer verso es de ritmo heroico; el segundo, melódico; el tercero, sáfico, y el cuarto, sáfico.
Algunas figuras retóricas del poema, se presentan a continuación:
Sinestesia: En estos ejemplos, se le dan facultades (que no tiene) al verano, a la alcoba y al céfiro: “Son los adioses que nos da el verano”, “Ayer, en esta alcoba deliciosa, “El perfumado céfiro suspira”.
Hipérbaton: El orden de las oraciones varía en los siguientes versos: “parece estar sus oraciones escuchando”, “alegremente linda ayer la he visto”.
Asíndeton: ¡Un féretro en el centro, un paño, un Cristo!
Exclamación: ¡No ha muerto: duerme! ¡Vedla sonreída!, ¡Un cadáver! ¡Gran Dios! ¡Elvira!
Derivación: Feliz soñaba el sueño de la vida.
Ahora bien, la poesía, en general, tiene estructura. El solo hecho de estar escrita, la hace susceptible a una forma. La medida, el ritmo y la rima son música para el lector; si la poesía no tuviera esto, no podría ser definida como tal pues esta es belleza y tal grado de estética solo se logra por medio de estos recursos. Ya se ha dicho que la poesía puede prescindir de la rima y de la métrica, pues son elementos muy poco usados en nuestros días, pero del ritmo no puede escapar, porque ahí está la belleza, el sonido, la música que atrae al oído y aporta al efecto catártico del lector.
Ahora bien, adentrándonos al poema, podríamos afirmar que la aliteración del sonido /S/, uno de los elementos que aportan al ritmo del poema (compuesto también por los acentos en el verso), se presenta como susurro ante Elvira, la muerta. No hay consonantes fuertes. Las palabras que se utilizan hacen referencia a la parca constantemente: Paraíso, blanca alcoba, la virgen, la madre de Jesús, un féretro, Cristo, un cadáver, un reflejo de otro mundo, un espíritu que sorprende la santa eternidad, los ángeles, etc. Por otro lado, las figuras literarias aumentan el grado de estética en el poema: se usan once estrofas bellísimas para decir (simplemente, en lenguaje cotidiano) que Elvira murió.
Según lo que se ha podido hallar en este poema se puede concluir que efectivamente Rafael Pombo es de los mejores poetas románticos dedicados a su labor de literato ya que se evidencia un trabajo arduo en la estructura, formación y planteamiento de este hecho tan común, pero doloroso como lo es la muerte de un ser querido. A su vez se empiezan a dar visos de las medidas no exactas y de una métrica más laxa que se trabaja actualmente sin dejar de lado la rigurosidad, el decoro, las figuras literarias que enriquecen al texto y el ritmo consecuente al tema tratado, con el fin de dar una fuerza mayor y trascendental a lo que se dice.
Entonces, este escritor, poeta, fabulista, traductor, ingeniero y diplomático intelectual es uno de los mayores orgullos colombianos que tenemos para trabajar en las aulas de clase, no solo con los famosos Cuentos Pintados sino con su extensa obra poética.
Bibliografía:
 Camacho, Guizado, Eduardo. Sobre Literatura Colombiana e Hispanoamericana. Bogotá: Editorial Andes, 1978.
Bibliografía: Garrido, Miguel Ángel. Nueva introducción a la teoría de la literatura. Madrid: Síntesis, 2001.