sábado, 28 de abril de 2012

Lo positivo de las religiones: Una búsqueda constante a lo ideal del comportamiento humano


LO POSITIVO DE LAS RELIGIONES: UNA BÚSQUEDA CONSTANTE A LO IDEAL DEL COMPORTAMIENTO HUMANO
Jhon Monsalve


Hagamos una cosa: dejemos de mirar desde el infierno a la religión y mirémosla desde el cielo. Dejemos de tomarla, por un momento, como un negocio, como el opio del pueblo, como lo que tiene a Colombia y a los mundos sumidos en la estupidez e ignorancia, y aceptemos otras perspectivas. La religión permite que los hombres crezcan en armonía, con un temor hacia el pecado, con un respeto hacia Dios, un ente abstracto que merece acatamiento abstracto. Los Mandamientos hacen que las personas sean menos malvadas de lo que serían sin ellos. A la ley se le teme porque castiga en vida; a la religión porque castiga en muerte, y la muerte, como ya sabemos, es vida eterna en el paraíso o en el Seol. Este castigo hace que las personas adopten ciertos comportamientos éticos y morales en su relación con los otros, sin que lo hagan por obligación legal.

Si nuestra sociedad no se educa en el temor de Dios, el mundo se volvería un caos. No porque la religión sea la solución, sino porque el grado educativo y ético del Hombre no es suficiente para educar en el bien a sus descendientes; y mucho menos en nuestro siglo de computadores, BlackBerry y IPhone. Cada día nos volvemos más antisociales, paradójicamente, por las redes sociales, cada día pensamos menos en el otro y soñamos con aplastar al mundo para que pidan compasión mirando hacia arriba, hacia nuestro rostro inalcanzable y todopoderoso. La universidad no educa para los días de hoy, sino para los de ayer, que pasaron volando en 15 años.  Si no tuviéramos a un Dios, llámese como se llame, el mundo sería un caos peor que el de ahora. Por lo menos, las religiones mantienen, con sus errores e historia macabra encima, la moral humana de nuestra sociedad. Los mandamientos son leyes judías que llegan hasta nuestros días para arreglar el mundo. Leonardo Boff y Hans Küng enfatizan en varios puntos, que sintetizo en cuatro y que expongo, a mi manera, a continuación y que son el argumento de mi postura en el  presente artículo:

1.      La promesa para los justos: La vida se vuelve eje en las doctrinas. El humano debe portarse de manera óptima para lograr la salvación, es decir, la vida eterna. Este anhelo hace que se comporte humanamente con su prójimo para alcanzar lo que desea. Este actuar, visto desde una perspectiva humana, termina siendo inmoral, por el hecho de que se actúa en favor de algo en espera de algún tipo de remuneración. No obstante, el hecho de las promesas religiosas post-mortem influyen en el comportamiento cívico de la humanidad.

2.      Los maestros que quedaron: Sin duda alguna, el maestro más conocido es Jesús, que al morir, al dar la vida por los otros, se convierte en un ejemplo de humanidad de último nivel, que bien podría ubicarse en el estadio número 6 propuesto por Kohlberg. Pero hay más, como Mahoma, Francisco de Asís o la Madre Teresa de Calcuta, que pensaron en los otros y dejaron a un lado  sus beneficios e intereses.  Buda o Confucio, que fueron ejemplos de vida y de espiritualidad en sus mundos. Los maestros son ejemplos a seguir, y es lo que más ignoramos. Tal vez, lo que les hace falta a las religiones es darse cuenta de que su misión principal es seguir los caminos de los maestros que ellos mismos predican. Y parece que aún hace falta mucho de eso. Peter Singer, en Ética para vivir mejor, argumenta que los países capitalistas están grandemente influenciados por doctrinas protestantes, y eso ya contradice mucho los ejemplos del maestro.

3.      Una ética elemental: Las religiones son las que han hecho que los comportamientos humanos se regulen. Cada una de ellas, propone unos preceptos o reglas para comportarse de manera óptima ante la Divinidad y ante la humanidad. Ejemplos de esto son Los diez mandamientos del Pentateuco o los cinco preceptos budistas: a) Tomo el precepto de respetar la vida, b) Tomo el precepto de no tomar lo que no me es dado, c) Tomo el precepto de tener una conducta sexual correcta, d) Tomo el precepto de no hablar de manera dañina, e) Tomo el precepto de no tomar intoxicantes. Estas normas se convierten en preceptos cívicos y en reglas legales. Esto evidencia también que el humano no puede vivir ni convivir con su prójimo si no está bajo órdenes espirituales o cívicas. ¡Qué vacío tan grande el de la humanidad!

4.      La salvación para todos: En este punto hay pros y contras. Las religiones quieren que los que los rodean pertenezcan a la misma secta porque solo ahí se salvará la humanidad. Este proceder puede considerarse altruista por el hecho de que dejan de pensar solo en ellos, es decir, tienen claro que la salvación puede ser para todos, y por eso predican. Claro está que si predican ganan puntos para su propia salvación. Posiblemente, este actuar es un sofisma de distracción. Además, si todas las religiones quieren que los cercanos pertenezcan solamente a ellas, se estaría hablando de una envidia espiritual y, por ende, de un comportamiento inmoral.

De esta manera, las religiones son algo más que sectas que salvan: son organizaciones donde el bien común es el objetivo. El problema está en que sus asistentes actúan bajo sus intereses y no aceptan otras propuestas y congregaciones. Hablan mal del prójimo porque asiste a esa asamblea y a no la de este lado. Empiezan a robar gente de una religión a otra, como herencia de la invasión católica española que borró de nuestra tierra la diversidad religiosa. Estas acciones me hacen pensar que no han puesto en suficiente práctica sus preceptos y que, en realidad, su fin último no es ni el amor, ni la construcción de una ética elemental, ni el camino de sus maestros, sino su propia salvación. Y este hecho es el más abominable de todos: Actuar bien, predicar bien, confesarme bien, para lograr mi salvación, y que el resto se queme en el Infierno.

miércoles, 25 de abril de 2012

Morana está bajo la cama



MORANA ESTÁ BAJO LA CAMA
(Cuentos Jhon Monsalve)

Jhon Alexánder Monsalve Flórez


Cuento publicado por Vanguardia Liberal el 1 de abril de 2012

Una mañana de noviembre encontraron de nuevo a Morana bajo la cama. Se dieron cuenta de que estaba allí por el asomo de sus pies, y por la costumbre. Morana pareció moverse un poco, improvisar un ademán dentro de la oscuridad que se inventó. “Otra vez no, Morana; sálgase de ahí”. No se oyó ni un ‘sí’ ni un ‘no’, ni un suspiro quedo, que diera a entender que ya salía, como pasaba siempre.

Decidieron dejarla ahí; no prestar atención a sus caprichos. “Siempre pasa lo mismo, mijo; se molesta por cualquier cosa, y se mete debajo de la cama. Si no soy yo, es usted, mijo, el que cede al capricho”. Los dos sabían que, por esta vez, debían ignorar la situación para darle una lección a Morana. Además, lo que quería se salía de toda posibilidad moral.

Hacía dos noches, había hablado con su mamá del tatuaje. “Pero por Dios, Morana, si tienes solo trece años”. Y como no funcionó, interrumpió la lectura de su padre para pedirle lo mismo. “¿Te enloqueciste, Morana? Esas cosas son del demonio”. Lloró a gritos para empezar el chantaje; se revolcó en el piso de madera haciendo chirriar las tablas. Su padre sintió que se le destemplaban los dientes. “Morana, esta vez, no. Sea esto, o sea otra cosa, NO.” El último ‘no’ lo dijo más con el fin de ganarle al chirrido del piso que con el fin de acentuar su decisión sobre el asunto.

Morana se metió bajo su cama. Dormía en cuarto aparte desde los siete años. Sabía que los afiches que había comprado cerca del colegio no serían bien vistos por su padre. Su mamá la comprendería. Una vez, la vio poniéndose su ropa interior de encaje, maquillándose de negro y oyendo a todo volumen una canción de Ozzy Osbourne. “Nenita, no haga eso cuando su papá esté en casa, porque le pega”.

Los afiches los ponía como sábanas bajo la cama. Se arropaba de pies a cabeza con una colcha oscura, y su “blackberry” en las manos. Cantaba solo para ella: Evil thoughts and evil doings. “¡Pero si es solo un tatuaje! Dizque demonio, ¡maldita sea!, el demonio es él, y ni eso; ya quisiera ser él como el demonio”, pensaba ahora en Luciano, el chico del colegio. “Maldito Luciano, eres una mierda; te cagaste mi vida”. Lo había conocido un par de años atrás mientras eran llevados al colegio. Se enamoró perdidamente, con un amor de niños; sin maldad, pero con muchos sueños. “Luciano, espérame; no seas bobo; solo quería demostrarte mi cariño”. Un beso no era nada, pensaba. “No hay razón para enojarse, Luciano; ni que nunca hubieras besado a una mujer”. Luciano aprendió a odiarla; le fastidiaba; sentía que no la soportaba. “Mamá, ya no quiero volver a ese colegio”. Y mientras, Morana recordaba: Such a shame, who’s to blame?

Se sintió como de luto. Empezó a vestirse de negro. Primero, muy sutilmente. Su mamá creía que era un cambio normal para su edad. Su padre empezaba a sospechar que el diablo se estaba apoderando de su alma. “Morana, por Dios, ¿por qué te maquillas así?”. Su madre era más condescendiente: “Mijo, déjela que desarrolle la personalidad que quiera”. Y desde entonces, todos fueron partícipes de su personalidad, aunque su padre, no muy convencido. Los dos cumplían los deseos de su hija, por extravagantes que fuesen; le permitieron que se rapara las sienes, que usara ropa de cuero, botas masculinas, correas anchas… Todo lo lograba con la misma actitud: primero oía un ‘no’; lloraba, se revolcaba en el piso haciendo chirriar las tablas; se metía bajo la cama, y no salía hasta que su padre iba a decirle que estaba bien, que le iba a dar gusto por última vez. Y así se repitió la escena hasta el día del tatuaje. Cause you feel life’s unreal and you’re living a lie.

“¡Estúpido Luciano, qué mal me has hecho!”. No paraba de oír la misma canción ‘What you saw can mean hell on this earth’. Se paró de su cama improvisada. Antes, ante el mismo hecho, se golpeaba la cabeza. Hoy no. La costumbre, la vida, el tiempo, Luciano. Su padre tiene güisqui en la biblioteca; su madre, muchos cuchillos en la cocina. Take a bottle, drown your sorrows.

“Esto lo hago por ti, Luciano”. The reaper’s you and the reaper is me. Acomodó la botella junto a la almohada. Los cuchillos formaban una cruz. Se acostó también sobre ellos. Sintió que rompió un afiche… dos, cuatro. No le importó. Made your bed, rest your head. Se arropó con la colcha negra. Bebió el trago de un golpe, tomó uno de los cuchillos, tentó su cuello, se acarició, sintió placer, el filo, el filo… Now you live inside a bottle. The reaper’s travelling at full throttle.

Los pies sobresalían. Su madre buscaba los cuchillos. Su padre no encontraba el güisqui. “Mijo, vaya a hablar con la niña; déjela que se haga el tatuaje”.

jueves, 12 de abril de 2012

En el otoño de la ética


EN EL OTOÑO DE LA ÉTICA
(Texto relacionado con Ética para vivir mejor, de Peter Singer)
Adriana Yiseth Fuentes  Bayona
Jhon Alexánder Monsalve Flórez


Dos mil niños había mandado desaparecer el general. Todos ellos felices rumbo a su muerte cantaban con una inocencia transparente pero macabra sus esperanzadoras canciones infantiles. Los oficiales cumplieron con su deber, y sin remordimientos se dirigieron a su general para comentarle de la acción ejecutada. Primaba para ellos la ley, y los caprichos del patriarca se habían convertido en leyes para su pueblo, y así como un capricho mató a dos mil, mató también a los tres oficiales porque “…hay órdenes que se pueden dar pero no se pueden cumplir…”. Peter Singer, en su libro Ética para vivir mejor nos sitúa ante diversas situaciones en donde se vulneran los principios éticos en aras de intereses individuales. El poder, el consumismo, el derroche de los recursos naturales, entre muchas otras problemáticas nos sitúan ante el gran vacío ético de nuestra sociedad, en la que, sin ver la magnitud de las implicaciones de nuestras decisiones, se propugna por una libertad desbordada, que nos lleva al individualismo y a la falta de análisis ético, a la falta de reflexión y de consciencia ciudadana. ¿Qué implicaciones tendría la decisión de matar a dos mil niños inocentes o, por el contrario, negarse a la ejecución de semejante atrocidad? Gabriel García Márquez es uno de los escritores latinoamericanos que ha sabido plasmar en sus obras las concepciones populares, ha sabido configurar el sentir latinoamericano y sus problemáticas más hondas. Por otra parte, la literatura nos da cuenta de un mundo real, de unas situaciones posibles y de un contexto ampliamente complejo. Es por ello que hemos encontrado una honda relación entre la reflexión ética de Peter Singer y aquella que hacen nuestros más ilustres escritores, que con un ojo agudo han sabido reflexionar sobre esta tierra que aun no llega a construir su verdadera identidad.


Llegamos a la conclusión de que las problemáticas propuestas por Singer no distan mucho de las que vivimos a diario en nuestro país. Es innegable el vacío ético que nos invade y no es de extrañar que encontremos correspondencia con un país que nos ha dejado sus rezagos y vicios como lo es Estados Unidos. Por ello discutíamos que el egoísmo y la envidia son el producto de un sistema de gobierno capitalista, que nos ha sumergido en el sinsentido de la publicidad, de los medios masivos de comunicación y en la guerra del hombre por el poder. Ese primer capítulo de Ética para vivir mejor nos plantea la necesidad de tomar la decisión radical en la que la moral y la ética se ven enfrentadas ante los beneficios e intereses individuales. Igual como les ocurrió a los tres oficiales de El otoño del patriarca que sin siquiera detenerse ante este dilema optaron por su bienestar, sin pensar en las implicaciones que esto tendría, sin pensar que a la larga una mala decisión ética les afecta en la misma medida que a las víctimas. Entonces el concepto de libertad no es hacer lo que se me dé la gana hacer (concepto propuesto por la propaganda capitalista), sino en tener la libertad de escoger el camino más sensato, el que no sacrifique más de lo que se ha de ganar. El no temer a esa libertad de expresión impulsa al hombre a no ser esclavo de etiquetas de poder que en realidad no demuestran sino una dependencia a las convenciones capitalistas, como lo vemos en el caso de Boesky mencionado por Singer en el primer capítulo, quien pensaba que la codicia era una pasión sana, idea que fue apoyada por movimientos de promulgaban la libertad de expresión. Esto demuestra que la falta de claridad en las concepciones de libertad y felicidad hace que las nociones éticas se desvirtúen en pro de un discurso demagógico.


Y nada le importaba desde que su madre se enfermó, dejó que el poder hiciera de las suyas (aunque esto no era novedad), mientras él, líder de la patria no se preocupaba más que por las llagas de su madre. Ese no me importa se ha visto como un medio de supervivencia, pues si el general piensa en los otros, en su pueblo, se queda indefensa su madre. De ahí que se pierda y olvide el imaginario de comunidad, nuestro compromiso está cada vez más limitado a nuestro núcleo familiar y es por ello que aparece la codicia, la envidia y el ansia de ser los mejores, y eso los condena a optar por un individualismo extremo del que muchas veces se sienten orgullosos, porque el más fuerte es el que sobresale y es “feliz”. El general no solo ya no le importaba nada sino que había detentado el poder con la ilusión de poner todo su dinero a nombre de su madre. Si el patriarca alguna vez quiso el poder fue por el interés de beneficiar a la única persona que amaba en el mundo: su madre. La nación se convirtió entonces en propiedad de Bendición Alvarado, de modo que ya no se concebía la existencia de un bien común. Peter Singer dice en su libro: “La codicia en la cumbre es una faceta de una sociedad que parece estar perdiendo toda noción de que existe un bien común.” (Singer, 1996, p. 41) Esto está en estrecha relación con la noción de “libertad”, pues surge de la idea de que lo que yo hago no afecta a los demás y si lo hace pues no me importa. Eso es lo que ha querido creer el estado al aprobar la explotación de nuestros bienes naturales por empresas extranjeras, así como hizo el patriarca cuando cedió el monopolio de la quina y el tabaco a los ingleses, el del caucho y el cacao a los alemanes, la navegación fluvial y los mares a los gringos. En el mismo sentido, William Ospina, en Lo que le falta a Colombia, critica la individualidad del colombiano, de la misma forma que Peter Singer lo hace con el norteamericano, además de mencionar el problema de que han sido otros los que han aprovechado la riqueza de nuestra tierra.

Que me pongan esta puerta aquí, que ahora la quiero allá, que qué hora es, las horas que usted quiera, mi general. Se ha pensado que con cumplir caprichos el hombre puede alcanzar la felicidad, así como lo pensaba Nicanor Alvarado, sin embargo la soledad lo invadía y entre más poder más solo estaba. Ahora bien, en el capítulo tres, se expone de manera extensa el consumismo, que se retoma en el capítulo diez para ejemplificar el tema del título “Vivir por algún fin”. Partiendo de esto, puede afirmarse que el colombiano también busca la felicidad por medio de la riqueza material. Un fenómeno que, libremente, podría ser catalogado como Shopping se apodera día a día del tiempo y de la felicidad de los ciudadanos de este país. Bendición Alvarado tenía claro que su hijo no era, rico, tenía la certeza de que era inmensamente pobre a pesar de su desmesurado derroche de poder. Peter Singer pone suficientes ejemplos en los que los bienes materiales no llenan el vacío del recipiente de la felicidad; sin embargo, el colombiano omite cualquier ejemplo y acotación al respecto, para disfrazar al dinero de alegría y fiesta.


“…al fin y al cabo cuando yo me muera volverán los políticos a repartirse esta vaina como en los tiempos de los godos, ya lo verán, decía, se volverán a repartir todo entre los curas, los gringos y los ricos, y nada para los pobres, por supuesto, porque ésos estarán siempre tan jodidos que el día en que la mierda tenga algún valor los pobres nacerán sin culo.” (García, 1975, p.156) Es evidente el poder que ejercen estos tres poderes en la sociedad desde épocas anteriores, en este sentido, el cuarto capítulo explica las razones por las cuales terminamos viviendo en el engaño de las falsas concepciones éticas. Uno de los motivos, muy asociado con la cultura colombiana y latinoamericana, es la religión. Somos producto de reglas que se estipularon desde Jesucristo; por ejemplo, la acumulación de riquezas como símbolo de bendición divina, que, en épocas del protestantismo, fue consolidada aun más, por Calvino y que, tiempo después, en tierra norteamericana, fue rescatada por pastores como señal de la gracia celestial. El colombiano es muy creyente y, mientras que en la Iglesia escuche que algún día le llegará la recompensa de sus actos o el castigo de los mismos, la politiquería seguirá llenando de sueños al ciudadano bajo el engaño; de esta forma, son dos los entes, y no uno, los culpables del pensamiento del colombiano tan alejado de lo común y de lo social. Pobre pueblo que pensaba que el patriarca tenía la sal de la curación, que con solo tocarlos iban a ser salvos.  El capítulo nueve retoma el tema, asociándolo con la promesa de recompensa después de la muerte.

Todo está bien mi general, saludaban los centinelas, todo en orden; sus caprichos eran órdenes y si quería que cambiaran de sitio esa puerta la cambiaban, que ese reloj, que la hora… pero cuando Patricio Aragonés murió y fue anunciada la muerte del patriarca la gente salió a las calles sin ley ni orden, robaron el palacio presidencial, sus muebles, sus vacas. No podríamos encontrarnos en la tierra del patriarca con gente tan entregada a su trabajo como los japoneses descritos en el capitulo seis de Ética para vivir mejor; según señala Singer, Japón es un país en el que los empleados aman el trabajo hasta el punto de morir por exceso de este. No se pagan horas extras como en Colombia, pero se disfrutan como si fueran doblemente remuneradas. Nada parecido ocurrirá en esta tierra mágica del patriarca, ni tampoco en Colombia. Como mande mi general decían sus subalternos, los mismos que luego hicieron fiesta por su muerte. No nos referimos a este aparte de la novela para defender los intereses de los gobernantes, sino para mostrar un actitud muy frecuente en el colombiano y es la cultura del vivismo, entre menos trabajemos y nos aprovechemos de las circunstancias mejor, además de que nuestros intereses no se centran en el bien común, pues pensamos solo en nosotros mismos y nos olvidamos de nuestra comunidad. El trabajo se convierte en una obligación, por lo cual se hace con desánimo. Si duda alguna, con este ejemplo se puede deducir que el colombiano no vive la empresa de manera social, no trabaja con amor. Claro está que dicho amor al trabajo no se puede confundir con la explotación laboral, sino debe tomarse como un ejemplo de entrega hacia las cosas que se hacen sin esperar nada a cambio. Eso sí, de la misma forma como mueren a causa del exceso de trabajo, los japoneses también se olvidan de convivir con su familia; cosa que el colombiano, en la mayoría de los casos, vuelve prioridad.

El golpe por golpe del capítulo siete se traduce en Colombia como ojo por ojo y diente por diente. No es lo mismo. La ley del talión se aplica en todo contexto: si insultamos, si mentimos, si engañamos, etc. El golpe por golpe aparece como una alternativa de convivencia, de ética ante nuestros semejantes y de justicia. Cooperar, en primera instancia, y luego ver si el prójimo coopera; de no llegarlo a hacer, tampoco cooperamos para con él. Esto se evidencia de manera insatisfactoria en nuestra realidad colombiana, pues a los ruines los dejamos prosperar, les seguimos colaborando, como masoquistas, para que su economía suba, mientras la nuestra baja, todos los días.

Revisaba los pájaros en las jaulas, recorría el establo de las vacas y ayudaba con tanto esmero en los oficios de mantenimiento que duró no sé hasta cuando arreglando una máquina de coser de una de sus compatriotas, pero con la misma diligencia cortó las manos a un tesorero derrochador. El octavo capítulo de la obra de Singer se corresponde con el último, La buena vida. Vivir éticamente tiene mucho que ver con la buena vida que el hombre puede llevar. Los colombianos disfrazan sus acciones de ética, y no piensan en comunidad. No siguen el ejemplo de aquellos hombres que arriesgaron su vida en la época nazi por proteger a los judíos. El colombiano vive y muere solo para sí, aunque sus comportamientos sean, socialmente, bien vistos. Hay colombianos que no dicen una mala palabra (y que son alabados por esto) pero que son indiferentes a los problemas ambientales, sociales y políticos; igual que el patriarca que con ínfulas de líder justo recurre a procedimientos inhumanos y despiadados. Este comportamiento del hombre colombiano no puede ser considerado ético, en cuanto no piensa en algo más allá de sí mismo. HIPOCRESÍA.

El décimo capítulo presenta el mito de Sísifo como eje principal. El colombiano logra hallarle sentido a su existencia en cosas consideradas vanas, como lo expone Singer en el capítulo tres. El fenómeno Shopping, es un ejemplo de ello. El consumo ostensible carcome, de igual forma que en Norteamérica, el tiempo y la vida del colombiano. La búsqueda del placer y del beneficio personal se presenta como lo primordial, como el sentido de la existencia.

Y como en El otoño del patriarca los colombianos estamos llenos de vacíos éticos, de deseos individualistas e ideas erradas sobre el buen vivir. Gabriel García Márquez desde su literatura ha tratado a fondo lo paradójico de nuestra realidad, por lo que ha hecho una profunda  crítica a la realidad social, religiosa y política de Colombia. De igual forma lo hace Peter Singer ya desde el contexto norteamericano donde la desigualdad y la individualidad priman al bien común, cada uno de los capítulos a significado un cuestionamiento de nuestra realidad colombiana y nuestra vivencia ética, cada uno de ellos nos puso frente a nosotros mismos para cambiar nuestras concepciones más arraigadas sobre lo que es vivir bien y éticamente.


Como pudimos apreciar, Ética para vivir mejor nos presenta de manera paradójica nuestra realidad, ya sea en Colombia entera o en nuestra familia. Decimos que de manera paradójica puesto que el libro fue hecho pensando en el contexto norteamericano de finales del siglo pasado. La paradoja se mantiene ya que después de pasar la primera década del nuevo siglo, las ideas se adaptan y se acomodan como anillo al dedo a nuestra vida, ya sea en clase o en casa.  El libro fue escrito en 1993, y después de casi 20 años se evidencia una decadencia, una especie de muerte diaria, de nuestro planeta: después de 20 años las cosas parecen que hubieran empeorado. Esta decadencia se halla también en La resistencia, de Ernesto Sábato y, del mismo modo que el escritor argentino, Peter Singer propone un mejor vivir ético, que va más allá de “tener la actitud adecuada y expresar las opiniones correctas”.



Por último, es evidente que estas reflexiones no se pueden quedar en un papel o en una muy buena discusión en clase, el reto es salir y vivir de forma ética desde todos los ámbitos de nuestra existencia. De todos modos, encontrar ese espacio de debate y reflexión ética, política y económica en el aula es un muy buen comienzo, es sembrar para recoger, pues al  enfrentarnos ante las posiciones de otros tenemos la oportunidad de darnos cuenta de nuestras contradicciones y prejuicios. El mayor reto de nosotros los docentes es poder llevar estas reflexiones al aula, educar ciudadanos más auténticos y conocedores de su realidad política, cultural y social, estudiantes críticos, participativos y visionarios. Conscientes de su papel en la sociedad y de la importancia de vivir en comunidad éticamente.

martes, 10 de abril de 2012

Textos al vacío: Memorias de lo nuestro


TEXTOS AL VACÍO:
MEMORIAS DE LO NUESTRO
Artículo publicado el 25 de marzo de 2012 en la revista Imágenes
del periódico La Opinión, de Cúcuta.

Jhon Alexánder Monsalve Flórez
Criticamos todo el tiempo la falta de espacios culturales en nuestra ciudad. Decimos que no hay eventos, que ni siquiera tenemos un teatro o un cine independiente, que nunca hay conciertos, que no hay genios, que no ha nacido ningún escritor, que nunca hay congresos y que la cultura del mundo nos ignora. Nada de esto es cierto: en Bucaramanga se abren los espacios culturales con más frecuencia de lo que imaginamos. Alguien que tiene claro esto es Jimmy Fortuna Vargas, el autor de “Textos al vacío”, un libro en el que rescata, entre otras cosas, las memorias culturales de nuestra ciudad: los eventos, los encuentros literarios, las Ferias del Libro en la UNAB.

Jimmy Fortuna fue mi maestro de Dramaturgia. Lo conocí en el año 2009, en un salón de clases de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Industrial de Santander. Jamás olvidaré aquel momento: llegué a pensar que era él un estudiante más, de esos que se ven solo de vez en cuando. Dio inicio a la clase de una manera fluida, como si tuviera años de experiencia, como si hubiese nacido para eso, para la literatura y la academia. En ese entonces finalizaba su Maestría en Semiótica, y yo lo admiraba por el uso del tiempo: ¿cómo era posible que trabajara, estudiara y leyera tanto a la vez? ¿Cómo sacaba tiempo para ir a congresos, a charlas de literatura y a eventos culturales? No podía ni puedo aún dar respuesta a tales interrogantes; solo conozco su amor por lo que hace, por lo que vive: la literatura, y creo que a eso se debe la lucha ganada contra el tiempo. Esto se demuestra en su obra prima “Textos al vacío”, un conjunto de escritos que concluyen años de dedicación, de lectura del mundo y de interpretación, publicados, en gran parte, por Vanguardia Liberal, y recopilados y presentados por El Libro Total en una obra de casi 500 páginas.



“Textos al vacío” se divide en 3 capítulos: Los ilustres, Los eventos y Los vacíos. El primero consta de 17 artículos, en los que el autor describe la importancia lingüística y literaria de algunos de los grandes eruditos del país, como Rufino José Cuervo, Laura Restrepo y Gabriel García Márquez. También expone la obra de autores extranjeros como Rosa Montero, escritora y periodista española, y Saramago, al que días después de su muerte le escribe en su honor un texto, a partir de su obra, sobre el misterio humano. Y como representación cultural de Bucaramanga rescata de “Los ilustres” a Milton Afanador Alvarado,  el fotógrafo de lo urbano, y a la poetisa Angye Gaona: “El nacimiento de una nueva voz en la poesía”.

El segundo capítulo se divide en 10 apartados, es decir, en 10 eventos que corroboran lo que al principio afirmé: en Bucaramanga sí se abren los espacios culturales. El autor recuerda las Ferias del Libro en la UNAB, el teatro de “Santander en escena”, el concierto de Piero y algunos encuentros literarios en la UIS. Habla de las artes visuales y de lo malo y lo feo del  “Hay Festival 2008”  y de otros eventos de Colombia y el mundo, como la presentación de Fito Páez en Viña del Mar 2007. La música para Jimmy Fortuna crea mundos a través de los sonidos: “Buen viento y buena mar a la cultura que no solamente se apoya en escritores, sino que también se deleita con los artistas de la música que, como los más grandes literatos, crean mundos a través de sonidos, de movimientos y de actos impredecibles”.

El tercer capítulo, “Los vacíos”, está compuesto por 29 artículos, en los que presenta las reseñas de algunos libros de escritores del exterior, colombianos y santandereanos como “Entre las esquinas del amor y la muerte”, de Carlos Lizcano, o “La muerte en José Saramago”. También se evidencia el conocimiento que tiene el autor del cine, la música  y el cómic; “La literatura y el cine”, “La poesía de Cerati: un referente musical” o “Batman: el caballero de la noche” son artículos que demuestran el conocimiento de tales temas por parte del autor y su capacidad para asociarlos con el mundo literario.

Por otra parte, durante los tres capítulos pone epígrafes de Cote Lamus, habla de él, lo cita, lo comenta y lo reseña. Jimmy Fortuna ha estudiado como nadie en Bucaramanga la obra del poeta cucuteño. Sus trabajos se encuentran en la  Revista S: “"Estoraques", de Eduardo Cote Lamus: metáfora de la temporalidad. Análisis semiótico” y "La metáfora de la temporalidad en "estoraques", de Eduardo Cote Lamus".

A parte de mostrar algunas de sus fotografías junto a muchos de los escritores que reseña o entrevista,  el autor presenta los textos en retrospectiva. Empieza cada capítulo con los apartados más recientes, escritos en 2011. Luego presenta los de 2010, 2009, 2008, 2007 y, finalmente, el último apartado del último capítulo, escrito en 2006: “Batman, Robin, La Pantera Rosa, Rep y otras especies raras”. Son, pues, seis años de escritura, de trabajo, de observación, de entrevistas y de estudio literario y semiótico. Son años de interés por la cultura Bumanguesa, por los encuentros literarios, por la buena lectura, por el cine, por el cómic, por los conciertos de alta categoría, por el teatro de aquí y de afuera. Sus experiencias se plasman hoy en “Textos al vacío” y quedan no solo como un recuerdo, sino como un documento histórico de nuestra ciudad y de nuestro legado cultural.

viernes, 6 de abril de 2012

La enigmática crucifixión del Mesías


LA ENIGMÁTICA CRUCIFIXIÓN DEL MESÍAS

Jhon Monsalve


Se supone, según el evangelio de Marcos, que hoy a las 3 de la tarde crucificaron a Jesucristo. Digo que es solo una suposición porque es el único apóstol que lo afirma y sin fundamento alguno: él no estuvo presente en la crucifixión del Mesías, ni Lucas, ni Mateo, solo Juan, al lado de tres Marías y de una tía de Jesús. Esto último lo dijo el propio Juan en su evangelio, y a él le creo un poquito más por haber estado presente.

Llega semana Santa y ni leemos la Biblia. Eso sí: vamos como ovejitas a Morrorrico, nos arrepentimos de nuestras faltas, le pedimos al Cristo Rey que nos dé mucho dinero para aplastar al resto. Ah, y vemos muchas películas. Qué poco honestos somos y cuán hipócritas: hablamos de Jesús como expertos y nunca hemos leído la Biblia, ni siquiera los evangelios, ni siquiera los versículos aquellos de la crucifixión. Pero decimos con orgullo: Él murió por nosotros en una cruz para perdonar nuestros pecados, y nos arrastramos, como humillados que somos por la Iglesia y por el Estado, de rodillas hacia a Morrorrico. Aquí escribo una parte de mis muchas reflexiones en la Semana Mayor, y hoy, precisamente hoy, viernes Santo, escribo sobre los enigmas de la crucifixión con base en la lectura bíblica.

Ninguno de los apóstoles dijo exactamente lo que dijo otro. Como ya afirmé: si hay que creer en un apóstol, creo en Juan por haber estado presente. El resto no tiene la autoridad para hablar de la muerte, y muy claro se evidencia.

Antes de entrar de lleno en la crucifixión del cordero de Dios, me gustaría dar un ejemplo de las incongruencias de los evangelios. El gallo, aunque pase por alto, es importantísimo para mi objetivo: en Juan (Cap. 18: Vers. 27) , en Mateo (Cap. 26: Vers. 75) y en Lucas (Cap. 22: Vers. 61), cantó una sola vez, y en Marcos (Cap. 14: Vers. 72), cantó 2 veces. ¿A quién le creemos? Bueno, pero eso no es nada, dirán muchos, y tienen toda la razón: eso no es nada. Si leyeran con atención la Biblia se darían cuenta de la cantidad de errores que pululan entre su sangre. Si la presencia del gallo no es nada y su canto no suena lo suficiente, con el permiso de ustedes, para los que todavía me leen, hablaré de las incongruencias de la crucifixión, con todo el placer del mundo.

En Mateo, en Marcos y en Lucas, Simón de Cirene, fue obligado, quién sabe por quién ni por qué, a cargar la cruz de Jesús. En Juan, no ocurre esto: la Cruz la carga solo Jesucristo desde el palacio de Pilatos hasta el Gólgota. En el primer evangelio, cuando aún no era crucificado,  le dieron de beber vinagre con hiel; en el segundo evangelio, le dieron vino con mirra; en el tercer evangelio, no le dieron nada antes de la crucifixión, sino después, cuando ya estaba en la cruz. Lo mismo pasa en el último evangelio.

En Mateo, Marcos y Lucas, le ponen a Jesús un letrero que dice, sin especificar la lengua en que fue escrito ni la persona que ordenó ponerlo sobre su cabeza, “ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS”, según Mateo;  “EL REY DE LOS JUDÍOS”, según Marcos; “ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS”, según Lucas. No obstante, según Juan, lo que se escribió fue  “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”, y  afirma, y yo a él le creo, que el letrero estaba escrito en tres lenguas: arameo, latín y griego, y que Pilatos fue el que hizo tal mandato, aunque la gente judía le hubiera reclamado que eso era erróneo porque Jesús nunca había sido su rey. Y con razón: si lo crucificaron los judíos fue porque no creían que él fuera su rey, pues no cumplía con las características que vaticinaban los profetas en su libro sagrado.  Ellos, los de allá, los que en verdad sabían, no comieron cuento, y nosotros llevamos 2000 años creyéndolo.

Los ladrones, según Mateo y Marcos, los malhechores según Lucas, u otros dos, según Juan, son otro enigma. Solo Lucas habla de que uno de los malhechores se fue con Jesús al paraíso, por no recriminarlo. Los demás evangelios solo los nombran, y Mateo, además, afirma que los dos ladrones lo insultaban (Cap. 27: Vers. 44), y lo curioso es que quien cuenta esta salvación fue uno de los apóstoles no presentes. Yo le creo solo a Juan, repito, que fue, curiosamente, el que más los ignoró.

Lucas es el único que rescata las palabras de Jesús hacia las mujeres que lo lloraban (lo único que, para mí, salva este pasaje bíblico): “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: ¡Dichosas las estériles que nunca dieron a luz ni amamantaron! Entonces, dirán a las montañas ¡Caigan sobre nosotros!, y a las colinas ¡Cúbranos! Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco? ” (Cap. 23: Vers. 28-31). Estos versículos salvan, sin ninguna duda, el pasaje de la crucifixión en los 4 evangelios. ¡Qué sabiduría, por Dios! ¡Qué filosofía!

El resto de los apóstoles ignora el hecho, incluido Juan. Sin embargo, este presenta, a diferencia de los demás evangelios, a las mujeres y al único apóstol que estaba en el Gólgota presenciando la muerte del Mesías. El apóstol era el amado de Jesús, es decir, él mismo, y las mujeres, las tres Marías (María Magdalena, María la madre y María la esposa de un tal Cleofas)  y una hermana de María la “virgen”.

Y por último las palabras tan recordadas: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” y “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Elí, Elí, ¿lama  sabactani? Dice Jesús en Mateo y luego entrega su espíritu (supongo que lo encomienda, pero nunca lo afirma) mientras los demás esperaban con sarcasmo que bajara Elías a salvarlo. En Marcos pasa exactamente lo mismo, y en ninguno aparece la súplica del perdón por el pueblo. En el evangelio según San Lucas, Jesús afirma “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, después de que lo crucificaron junto a los dos malhechores, y justo antes de morir afirma: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, pero no dice “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Y en el evangelio según San Juan, en el que más creo, no aparece ninguna de estas oraciones, solo la alusión efímera a la entrega del espíritu.

Bueno, y dejando mucho por decir (lean ustedes mismos y se darán cuanta de que aún falta), ahora el problema es elegir la versión más acertada. Yo diría que la de Juan porque fue el único apóstol que estuvo ahí, pero tampoco me convence lo suficiente. Más bien Saramago, sí, El Evangelio según Jesucristo, de Saramago:

(…) su voz resuena por toda la tierra diciendo, Tú eres mi hijo muy amado, en ti pongo toda mi complacencia. Entonces comprendió Jesús que vino traído al engaño, como se lleva al cordero al sacrificio, que su vida fue trazada desde el principio de los principios para morir así, y trayéndole la memoria el río de sangre y de sufrimiento que de su lado nacerá e inundará toda la tierra, clamó al cielo abierto donde Dios sonreía: ‘Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo’.

domingo, 1 de abril de 2012

La obra de Alejandra Pizarnik


Hablar de Alejandra Pizarnik

Jhon Monsalve
Imagen tomada de:http://eternauta2001tdt.blogspot.com/2012/02/memoria-iluminada-alejandra-pizarnik.html

Hablar de Alejandra Pizarnik es hablar de su niñez, de su vida, de su muerte. Es hablar de aquellos momentos en que la lucidez se apoderaba de ella, cuando en las noches de soledad se encontraba frente a un papel y con una pluma en la mano para escribir lo que su otredad le demandaba.
Ninguna poeta como ella, ninguna más querida, era tan adorada por Octavio Paz y tan admirada por él de forma similar a como lo hacía con Sor Juana Inés de la Cruz. Era de íntima confianza con Cortázar: tuvo en sus manos Rayuela, y lo perdió en su desorden de adolescente. Cortázar le dio el documento original para que lo digitara, y lo extravió, y no le quiso contestar las llamadas, se escondía, hasta que un día lo halló dentro de un desorden normal de mujer inquieta.
Alejandra Pizarnik siente el malestar de Buenos Aires. “La tierra más ajena” lo demuestra, lo evidencia:

No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva
sin encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
al final la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caos
portátiles vocablos.

Aunque se lea detenidamente este poema, no se comprende del todo. Alejandra Pizarnik, cuando escribió este poemario, tenía solo 17 años y estaba impregnada del surrealismo francés. Susana H. Haydú dice al respecto:

El primer libro de Alejandra Pizarnik, La tierra más ajena, es sólo un ejercicio poético. Apenas si apunta aquí el talento evidente que reflejan los libros que le suceden. Quizá lo más interesante sea la falta de puntuación que caracteriza al libro, siguiendo la tradición de los poetas surrealistas como René Char y también los “beat poets” como Allen Ginsberg, que tuvieron gran influencia en el clima poético de entonces en Buenos Aires. Pero la elección de palabras la coloca en una tradición netamente romántica.

 Es entendible que por sí solo el poema parezca un caos, un desorden ininteligible, pero era eso, precisamente, lo que ella buscaba: demostrar el caos de su ser en la Argentina de mediados del siglo XX, de la misma forma como lo hizo Ernesto Sábato en el Túnel o en  Sobre héroes y tumbas. La vida de Alejandra Pizarnik era un caos en la Argentina que le tocó.
Ella tenía 5 nombres: Sacha, Blímele, Buma, Flora y Alejandra, este último lo adaptó fuera de ella, como un espíritu que se apoderaba de su ser en las noches de lucidez. En realidad quien hablaba y escribía no era Flora, como en realidad era su nombre de pila, sino Alejandra, su alteridad.
Hablar de Alejandra Pizarnik es hablar de la alteridad, de ese alter ego que hablaba por ella. Se sentaba a escribir en las noches y la apoderaba un ser extraño que conocía profundamente. Ella, Flora, nunca fue escritora, solo la que transcribía (como transcribió Rayuela) lo que Alejandra le pedía. Decidió llamarse por siempre así: Alejandra.
Solo un nombre
Alejandra, Alejandra,
Debajo estoy yo
Alejandra
Hablar de Alejandra Pizarnik es recordar su niñez, es ir a sus reminiscencias de infante, de caos, de miedo. Una niña que no se hallaba en el mundo, que hablaba más de 4 idiomas y que huía, como muchos judíos en ese tiempo, de Hitler. Ella era judía y argentina también, pero con un malestar exagerado de esta última tierra. Un poema de su niñez,  la niñez que nunca fue:
LA DE LOS OJOS ABIERTOS

La vida juega en la plaza
con el ser que nunca fui

y aquí estoy

baila pensamiento
en la cuerda de mi sonrisa

y todos dicen esto pasó y es

va pasando
va pasando
mi corazón
abre la ventana

vida
aquí estoy

mi vida
mi sola y aterida sangre
percute en el mundo.

pero quiero saberme viva
pero no quiero hablar
de la muerte
ni de sus extrañas manos.

Y por último, la muerte. Hablar de Alejandra, entre otras muchas cosas, es hablar de la muerte. El poema anterior es un ejemplo. Y cómo no hablar de ella, si de Ella se recuerda sobre todo esto: la muerte, que vino en una noche de septiembre, o más bien: la muerte que conquistó ella, Alejandra Pizarnik , en una noche de lucidez, en la que no soportó que se acabara como si nada, y la dejara ahí tirada frente a peligroso y tedioso día. 50 pastillas, 10 por cada nombre, fueron suficientes para matar a Flora y a Alejandra. Hoy son ya casi 40 años de tal suceso.

El vacío de la Semana MAYOR


El vacío de la Semana MAYOR
Jhon Monsalve

Imagen tomada de:http://lorenzolh.blogia.com/2008/063001-vacio.php


Y no tengo ganas de hacer nada, Nada, NADA. Tanto compromiso me entristece, me arrebata, me persigue y me trasnocha, como si fuera una mujer de esas raras, de esas que se ven por ahí, inertes, casi muertas, casi inertes, MUERTAS. Es mucho el deber y poco el tiempo: maldito tiempo que te esfumas, que huyes de mí como un cobarde, que no te paralizas, que no te mueres, que no te matas. No quiero hacer nada; solo pienso, Pienso, PIENSO, y eso es mucho. ¡Que difícil es pensar! Si el mundo lo hiciera no estaríamos como estamos: en el abismo, en el borde, en la cima de la montaña de dolor y de llanto. Qué egoístas somos: solo pensamos en nosotros y negamos a nuestro prójimo como si fuera una mierda, una vil mierda. Pensamos en tenerlo todo para aparentar, para dejar de mostrar el vacío tan profundo de personalidad y de sueños. Para esto pasamos por encima de nuestro amigo, y lo golpeamos, y lo matamos, y triunfamos, TRIUNFAMOS. No quiero hacer nada, Nada, NADA, solo pensar que el mundo es un caos y que ya no tiene arreglo, que es una basura putrefacta, como yo, como YO.  Quiero pensar en todo menos en lo que debo hacer, que es mucho, tanto, mucho y tanto, que el tiempo no me va a dejar, sino me va empujar, como quiero, por el abismo de la muerte, de la esperada muerte. No tengo ganas de hacer nada, solo de pensar en mí, en ti, en todos, que somos el mundo, que lo matamos a diario. Esta semana, nos idiotizaremos más, y no quiero verlo, no lo soporto, no soporto ver la hipocresía humana desfilando hacia Girón o Morro Rico. No quiero verlo, quiero acostarme hoy y levantarme en la nada, en la Nada, en la NADA. Qué tontos somos: adoramos a quien no debemos, a quien tanto mal nos hace, a quien nos tortura, nos mata, Mata, MATA. No quiero hacer nada, no quise nunca que esta semana llegara, porque la detesto, porque no la aguanto, porque la gente demuestra que es estúpida con ganas. Mejor unámonos y creamos un mundo mejor, más sano, más humano. No tengo ganas de hacer nada, solo de morir antes de ver la orgía hipócrita de la gente de esta ciudad inmunda. Ahora sí, oramos, ahora sí, rezamos y lloramos, ahora sí, ahora Sí, ahora SÍ. No tengo ganas de hacer nada, Nada, NADA. Solo pensar y morir, solo matar, Matar, MatarME.