RAFAEL POMBO A 100 AÑOS DE SU MUERTE
Publicado en Vanguardia Liberal el 26 de mayo de 2012
Qué triste es haber pasado el 5 de mayo sin conmemoración alguna. Pensé que google iba a formar sus letras con dibujos alusivos a los cuentos de Rafael Pombo. Pero no: no hubo nada, el mundo se olvidó para siempre del poeta romántico por excelencia, el que — le duela al que le duela— hizo buena poesía y buen cuento para pequeños lectores. Creo que si no encuentro ningún tipo de conmemoración es porque, en el mundo, nuestro poeta no trascendió. El sábado, 5 de mayo de 2012, cumplía 100 años de muerto, y lo hemos ignorado, sin duda alguna, porque la parte de su obra más representativa fue dirigida a los niños.
Si vamos a Wikipedia encontraremos solo unos párrafos. Si comparamos con otro escritor de su “trascendencia”, como José Asunción Silva o como García Márquez, nos daremos cuenta de que no lo valoran lo suficiente. La razón: haber escrito literatura infantil. La Academia se ha olvidado de Pombo y le ha tocado retomarlo a la música popular de nuestro país. Ahí tenemos a Santiago Cruz interpretando Simón el bobito; a Andrea Echeverri cantando El renacuajo Paseador, junto con un séquito de artistas desconocidos; a Juanes interpretando El gato bandido; la sensual Verónica Orozco entonando Pastorcita; Cabas, por su parte, canta Juan Chunguero; y omitiendo a otros, Carlos Vives interpreta La pobre viejecita. Por lo menos, creo que este año tendremos un poco más en cuenta esta música, que está abandonada desde el 2008.
Sabemos que se conmemora algo sobre Pombo no porque la Academia nos lo diga, sino porque un concurso de cuento nos lo repite todos los días. Y sí: se conmemoran 100 años de la muerte de Rafael Pombo, el poeta romántico por excelencia, el poeta olvidado por excelencia. Si digo olvidado, me refiero al olvido de la crítica y de la universidad. Porque en los colegios se sigue llevando esta literatura, aunque no de la forma correcta. Lo importante en los colegios parece ser que el niño se entretenga memorizando una parte de algún poema o de algún cuento, aunque no entienda ni la primera línea.
La gloria de las letras colombianas, como fue reconocido por la Ley 87 del 16 de noviembre de 1912, no es mucha gloria para la crítica. Al respecto Fernando Ayala Poveda afirma: “Muchos críticos nacionales, graves, severos, trascendentales, preocupados por la literatura de hombres mayores parecen desdeñar la literatura infantil. No sabemos en realidad qué es lo que menosprecian: la popularidad de las fábulas de Pombo o ese mundo aparentemente simple”. Yo creo que es un poco de las dos cosas: una obra que aparezca y que tenga éxito en nuestros días es susceptible a la mala crítica, por ejemplo, Mario Mendoza, que ha tenido un éxito inigualable en los últimos años con obras como Satanás, o Jorge Franco con novelas como Rosario Tijeras y Paraíso Travel; escritores odiados, para nadie es un secreto, por los eruditos. Si esas obras no hubieran trascendido como lo hicieron, posiblemente serían objeto de estudio en las universidades como alternativa para el análisis social y político de nuestras ciudades colombianas. Pero no es así, porque son obras exitosas y, como académicos, debemos tener un criterio inventado para leer lo que no lee la gente del común.
Pues bien: retomo a Pombo para que sea estudiado desde otra perspectiva, basándome en el análisis crítico que Eduardo Camacho Guizado hace de su obra: “Los cuentos de Pombo también les confirmaban la ideología, las virtudes, las convenciones de lo que podría llamarse la burguesía nacional. Ranas desobedientes que se ven castigadas; viejas ranas, hipócritas y ridículas, jóvenes y audaces gatos temerarios que retornan a la verdad (al calor del hogar) después de su locas aventuras por el mundo, etc., todos ellos expresan la moral señorial”. Después agrega: “Encontramos en esta obra vastísima temas como la diatriba del mundo sajón del dinero, representado por los Estados Unidos, la afirmación nacionalista, el conflicto entre la civilización, la técnica y la naturaleza y, más importante aún, entre el hombre y la naturaleza, y muchos otros que hacen del poeta una figura representativa de una época y e una circunstancia determinada”.
Tomemos, pues, los cuentos pintados y propongamos: La pobre viejecita es la crítica a la burguesía (este aspecto también lo metaforiza el poeta cuando hace alusión a los gatos), que nunca se conforma con lo que tiene; siempre quiere más. Esto puede, incluso, representar un carácter algo más que burgués: humano. Entre más tenemos en este país capitalista que nos tocó habitar, más queremos para aparentar, para humillar, para sentirnos dentro de la sociedad de consumo en la que nos tocó comprar, vender y ser vendidos.
Cuando Pombo escribió los Cuentos Pintados vivía en Nueva York y representó de la mejor forma al colombiano tal como se percibe desde el “vecino” país: pintó al colombiano como a un bobito. Simón el bobito es usted o soy yo, visto desde aquel país que hoy nos está comprando poco a poco. Si nos damos cuenta, hace referencia a la nieve de forma particular:
Hizo Simoncito un pastel de nieve
Y a asar en las brasas hambriento lo echó,
Pero el pastelito se deshizo en breve,
Y apagó las brasas y nada comió.
Nieve hay en Estados Unidos. En Colombia es poco probable que caiga nieve en un ambiente como el descrito en el cuento por el autor, como también es poco probable encontrar pistas de hielo:
Empezando apenas a cuajarse el hielo
Simón el bobito se fue a patinar,
Cuando de repente se le rompe el suelo
Y grita: ¡me ahogo! ¡vénganme a sacar!
Simón el bobito es el colombiano de ayer y de siempre visto desde ayer y para siempre (ya vemos a aquellos que aún persiguen el sueño americano para lavar platos a cambio de aumentar un poco su nivel de lengua). ¿Pero dañaremos lo infantil de la literatura si nuestros niños la ven de esta manera? ¿No estaremos más bien llevando a Pombo al aula de la manera correcta? Tal vez a los críticos les ha faltado mirar a Pombo desde otra perspectiva, para que sea útil en la Academia.
En fin: dejo la inquietud. Pombo es un poeta que no merece morir dos veces. Su obra va desde el existencialismo y la crítica religiosa hasta las fábulas y los cuentos pintados. Hay mucho por estudiar aún, por analizar y por escribir. ¡Manos a la obra!